Psicólogos que recetan ¿es posible?

Psicoterapia

La semana pasada nos pasó una cosa curiosa en la consulta. Acabábamos de despedir a nuestro último paciente del día cuando llamaron al timbre. Este hecho ya es de por sí raro porque trabajamos con cita previa. Resulta que era un visitador médico que quería hablar con nosotras sobre un producto que nos podía interesar.

Le abrimos pero de entrada la situación nos pareció extraña. Yo pensé que nos quería presentar un nuevo sistema de evaluación diagnóstica de alguna patología para la que ellos tienen el medicamento ideal porque ya me había sucedido cuando trabajaba en el sistema público. Pero cual fue nuestra sorpresa cuando la persona en cuestión venía a presentarnos un “medicamento”. A nosotras. Dos psicólogas clínicas.

Resulta que el “medicamento” en cuestión no era más que un complejo vitamínico con alguna cosa más que no recuerdo. Vamos, que se podía comprar sin receta porque en realidad no es un medicamente y por lo tanto nosotras lo podíamos “recetar” sin problemas.  Lo curioso del asunto es que este señor nos aseguraba que la falta de nutrientes y vitaminas era una de las principales causas de la depresión leve y moderada. Como soy una persona muy prudente por naturaleza no le pregunté que donde estaba el estudio que lo demostraba (por otro lado, seguro que me hubiera mostrado alguno) así que simplemente le comenté que me parecía muy bien, pero que nosotras no “recetábamos” pastillas. El chico me miró con cara de ¿pero entonces qué hacéis exactamente para que la gente mejore? En fin, resultado fue una visita corta en la que nos quedamos sin regalitos con el logo de la farmacéutica.

Toda esta historia me hizo reflexionar acerca de tres cuestiones: ¿la falta de vitaminas realmente causa depresión? y ¿por qué algunos psicólogos recetan pastillas y por qué nosotras no queremos hacerlo?

Relación entre falta de vitaminas y depresión

Pienso en mí misma y es verdad que a veces, cuando tengo hambre me siente más triste o cansada. Pero se me pasa en cuanto como algo. Sí es verdad que si miras un poco por la red salen artículos que relacionan la depresión con la falta de vitaminas. Lo que no he podido encontrar ha sido el estudio en el que se basa tal afirmación. Sin embargo, puedo aceptar que una mala alimentación puede llevar a un estado de ánimo bajo o decaído. Pero un déficit serio de vitaminas da antes otro tipo de sintomatología más “física” que una depresión. Ya para rizar el rizo, las vitaminas no tienen por qué tomarse en forma de pastillas. Es más, lo que suele hacer la mayoría de la gente es tomarlas a través de su dieta que a poco que sea mínimamente saludable ya obtendría todas las vitaminas que necesitan de su cuerpo.  Consultando con un psiquiatra esta cuestión, me comentó que un déficit vitamínico crónico es muy raro y se suele dar fundamentalmente en alcohólicos que se alimentan a base de latas y en algunos ancianos que carecen de los cuidados básicos. No hay que ser muy avispados para deducir que la depresión no será el principal motivo de consulta de este tipo de población.

¿Por qué algunos psicólogos recetan estos medicamentos?

Cuando empezaba la residencia, un MIR de psiquiatría me dijo que no sabía cómo podíamos hacer los psicólogos en una primera consulta sin poder recetar nada. Para él, el tener un talón de recetas a mano era un alivio tremendo, tanto, que a veces era consciente de que recetaba porque no sabía qué decirle al paciente. De esta forma sentía que lo estaba ayudando a aliviar un poco su malestar aunque realmente no creía que una pastilla fuese la solución. Yo la verdad es que en aquel momento no supe qué contestarle, nunca tuve la oportunidad de recetar nada así que no sentía que necesitase un talón para ayudar a nadie. Afortunadamente, este psiquiatra entrenó su capacidad de ayuda y ahora es un excelente médico.

Ponerse delante de alguien que te pide ayuda profesional genera un estrés al principio: quieres ayudarle a todo y ya. Con el tiempo te das cuenta de que esa no es la mejor opción, a veces lo que hay que hacer es contener, escuchar y, sobre todo, esperar a que sea la propia persona la que genere la solución. Confiar en la capacidad del paciente para mejorar por sí mismo es la lección más grande que aprendí durante la residencia. Supongo que hay psicólogos que no han superado esta angustia y encuentran en las vitaminas una forma de dar solución a los problemas de sus pacientes. Ojo, y tal vez les ayuden de esta manera porque en ocasiones las personas solo necesitan creen que algo les va a mejorar para mejorar ellos mismos.

Otra opción es que el psicólogo que receta se crea más profesional, más cerca de nuestros colegas psiquiatras si prescribe pastillas igual que ellos. Este aparente complejo de inferioridad ya me gusta menos. Si los psicólogos clínicos tenemos la categoría de facultativos especialistas en el sistema público de salud igual que los psiquiatras no es porque al Ministerio de Sanidad le guste gastar el dinero con nosotros sino porque hemos demostrado que podemos hacer lo mismo que ellos, complementar su trabajo e incluso reducir el gasto público. No tenemos nada que envidiarles (ni ellos a nosotros).

Por último, tal vez lo psicólogos receten vitaminas porque realmente creen que están ayudando al paciente, y no sólo para calmar sus ansiedades. En este caso, creo que cometen un error de cálculo que explico en el siguiente apartado.

¿Por qué nosotras no recetamos?

Para empezar, porque si fuese verdad que el paciente que tenemos delante tiene un déficit vitamínico sería muy fácil de averiguar con un análisis de sangre. Así que antes de prescribir nada, le mandaríamos a que el médico de cabecera le solicitase una analítica. Si todo sale bien, las vitaminas no tienen sentido y si hay alguna alteración, pues ya sería el médico de cabecera el encargado de prescribirle el medicamento necesario. Así que en ninguno de los dos casos tendría sentido que nosotras recetásemos nada. Por cierto, la intención de este post no es criticar a los psiquiatras ni a los medicamentos. Simplemente quiero decir que un psicólogo no necesita jugar a ser psiquiatra para hacer mejor su trabajo. Porque si abordamos los problemas de la gente recetando pastillas ¿en qué nos diferenciamos entonces?

Nuestra forma de ver la terapia, nuestra forma de ver los problemas que llevan a la gente a nuestra consulta implica una fuerte creencia en que son ellos mismos, nuestros pacientes, los agentes de cambio. Quizás tengamos una fe irracional en la capacidad de mejora de las personas pero ¿sabéis qué? Esta es nuestra mejor arma como terapeutas.

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