Por qué me enamoré… de la terapia breve

Psicoterapia

Recuerdo aquélla sensación que tenía al acabar la facultad. 5 años de nuevos conocimientos acerca de cómo funciona el cerebro, cómo se analiza el comportamiento, los procesos básicos como la atención, percepción o memoria, el desarrollo humano desde el nacimiento hasta la senectud… pero, ¿qué hago si me pongo delante de una persona que viene a mi porque tiene un problema, cómo le ayudo a solucionarlo (de una forma diferente a cómo lo haría un amigo suyo, se entiende)? y de ahí a la siguiente pregunta: ¿cómo quiero resolver los problemas de la gente? o lo que es lo mismo, ¿quiero ser psicoanalista, sistémica, cognitivo-conductual, humanista…? Puedo decir que estaba libre de prejuicios y dispuesta a formarme en cualquiera de estas corrientes. La más cercana era la cognitivo-conductual porque era de casi lo único que se hablaba en la facultad. Me informé de cómo era la formación en otras corrientes y la sistémica me pareció resolutiva e interesante.

Decía el maestro Manolo Lopo que era demasiado listo para ser cognitivo conductual y demasiado tonto para ser psicoanalista, así que se hizo sistémico. Algo así pensé yo.

Después de varios años de formación y práctica clínica, estos son los cinco motivos por los que me enamoré de esta forma de hacer (muchas veces des-hacer) las cosas:

1. Proporciona un mapa claro de los pasos a seguir.

La terapia sistémica, en concreto el modelo conocido como terapia breve, describe los fines a conseguir y los medios para llegar a ellos. Desde mi punto de vista, una psicoterapia debe ser todo lo contrario a una charla de cafetería y la  existencia de un mapa ayuda al terapeuta a centrase en todo momento en el lugar al que quiere llegar y, por tanto, orienta la entrevista y evita que el tiempo se agote en cuestiones irrelevantes.Como un árbol de decisión, en función de la información que vamos obteniendo a lo largo de la entrevista, nos orienta acerca de qué otras cuestiones debemos explorar y hacia cómo resolver los problemas que las personas plantean.

2. Trabajo orientado hacia objetivos.

El mejor punto de partida es la definición consensuada por parte de paciente y terapeuta de los objetivos a lograr a lo largo de la terapia. Los objetivos deben cumplir una serie de condiciones pero una vez están bien establecidos (lo cual a veces resulta imposible) resulta mucho más fácil avanzar. Entre otras ventajas, la definición de objetivos permite tener siempre una referencia (tanto el profesional como el paciente) del progreso de la terapia y de la conveniencia o no de continuar, ¿Hasta qué punto estamos más cerca del objetivo marcado en la primera sesión?

3. Intervención desde la primera sesión.

Desde otras perspectivas, la primera sesión (y a veces sucesivas) suele emplearse al “estudio” del problema, tratando de identificar el origen de los problemas, antecedentes y consecuentes. Para ello se suelen emplear cuestionarios y listados de síntomas. Para mí, una de las ventajas de la terapia breve es que la intervención es paralela a la exploración y ocurre desde la primera sesión.

4. Creatividad en la resolución de los problemas.

Esta parte me encanta. Hemos pedido a pacientes que discutan desnudos dando saltos en la cama, que lleven piedras en los bolsillos, que hagan rituales de despedida con hogueras incluidas, que se pongan un tanga de leopardo y hasta que se levanten a planchar a las tres de la mañana. Y no se han levantado y se han ido Es más, lo han hecho. Y es que muchas veces la resolución a un problema empieza por hacer algo sorprendente y desconcertante, diferente a lo que se estaba haciendo hasta el momento. Y esto da mucho juego. Hay que saber “venderlo”, claro, porque sino puede resultar ofensivo. Pero merece mucho la pena. No es la primera vez que se me escapa una sonrisa cuando, sorprendidos, me comentan que increíblemente desde que salen de casa a la pata coja han dejado de tener ese problema que tanto les angustiaba.

5. Intervención no patologizadora.

Al contrario que el modelo médico, la terapia breve no precisa poner una etiqueta al problema para ayudar a resolverlo. Además, no coloca al paciente en una posición pasiva sino que lo convierte en el verdadero protagonista del cambio. Lejos de adoptar una posición paternalista donde se le informa al paciente de lo que tiene y lo que debe hacer para curarse, la terapia breve construye con el paciente su problema y también su solución, dejando claro desde el principio que el que más sabe sobre el problema y sobre cómo solucionarlo es el propio paciente.

Siempre pensé, y así lo sigo haciendo, que ninguna perspectiva es válida para todos las personas, terapeutas y problemas. Evidentemente, la terapia breve tampoco. Muchas veces nos apoyamos en estrategias propias de otras corrientes. Y cuando la falta de avance no es una cuestión de técnicas sino de mapas, derivamos a otros profesionales que puedan dar una respuesta diferente.

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4 Comentarios

  1. Qué bibliografía sobre terapia breve recomendarías? Me ha parecido muy interesante para principiantes como yo!
    Muchas gracias, un saludo.

    • Hola Henar, en el apartado de "recursos" del blog, tienen varias entradas sobre libros que consideramos interesantes. Échale un ojo porque puede que sea lo que estás buscando.
      Saludos!

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