La Nueva Psicopatología (XII): Trastorno por ruptura de expectativas

Psicopatología

El otro día bromeaba un amigo que la psicopatología ni se crea ni se destruye, sólo se transforma. Otra, con una vena más poética añadía:

¿Qué es la psicopatología? una ilusión, una sombra, una ficción y el mayor bien es pequeño, que toda la psicopatología es sueño…y los sueños, sueños son.

Porque es así, si queremos, podemos ver síntomas y síndromes en cualquier parte. Esto, si se sabe utilizar con pericia, puede contribuir a que consigamos nuevas formas de que la gente viva mucho mejor.

Sin más preámbulos, un nuevo episodio de la nueva psicopatología (y van doce ya):

Trastorno de las expectativas rotas

A. Malestar intenso, disforia injustificada o incontinencia emocional al menos 3 veces por semana durante 3 meses.

B. Pensamientos rumiativos acerca del pasado y/o ideas pesimistas de futuro.

C. Conductas inusuales que no se habían producido antes en el individuo (ejemplo: apuntarse al gimnasio, comprarse un coche deportivo, etc).

D. La mayor parte de estos síntomas son debidos a causas vitales vividas como estresantes por el sujeto (por ejemplo, la muerte de un familiar) en os 6 últimos meses anteriores, pero también puede ocurrir sin ningún tipo de causa aparente.

E. Los síntomas descritos no se explican mejor por la presencia de un episodio depresivo, ni por un trastorno de ideas delirantes.

F. Los síntomas no se deben al consumo directo de sustancias ni se explican por ninguna enfermedad médica.

 

Especificar si: Con poca conciencia de enfermedad.

 

Este trastorno se caracteriza principalmente por un sentimiento general de desilusión y de vacío existencial: la vida no es lo que ellos habían pensado y eso les pasa factura.

A nivel epidemiológico suele afectar a personas entre 35 y 45 años y, la prevalencia es ligeramente superior en hombres que en mujeres. Por otro lado, en la infancia apenas se han detectado casos de este tipo por lo que suponemos que es un trastorno esencialmente adulto.

Una de las consecuencias más llamativas de esta enfermedad es que la persona comienza a actuar de forma extravagante para el criterio de los que le rodean. Estas conductas pueden llegar a poner en peligro la integridad de la unidad familiar del paciente o su estabilidad laboral.

Por norma general, la sensación que dicen tener las personas aquejadas de esta enfermedad es la de la necesidad de realizar un cambio en sus vidas, pero sin saber concretar con exactitud en qué consiste dicho cambio. Se pueden pasar horas pensando acerca del tema llegando, en los casos más graves, a descuidar sus obligaciones laborales y/o familiares.

La variante más grave del trastorno es aquel caracterizado por unos pensamientos tan intensos de desilusión y de expectativas truncadas que llevan a la persona a realizar una ruptura radical con su vida: abandono del trabajo, de la pareja, de los hijos e incluso, abandono de la personalidad premórbida adoptando una diametralmente opuesta a la anterior.

Todo esto genera un gran malestar no sólo en el individuo sino también en todas las personas que le rodean. En ocasiones, si el trastorno cursa con poca o nula conciencia de enfermedad, será necesario entrevistar a su círculo social más próximo para conocer con exactitud la gravedad del síndrome.

El tratamiento no está claro, en la mayoría de los casos, suele remitir de manera espontánea al cabo de unos pocos meses y la persona puede volver a su estado premórbido (si las personas cercanas perdonan y aceptan que vuelva).

Otras veces en cambio, el paciente no consigue recuperarse del todo y deberá continuar con esos cambios conductuales inusuales que sus propios pensamientos le han llevado a realizar. Por este motivo es importante en este trastorno el diagnóstico precoz, para impedir en la medida de lo posible un daño irreparable en la vida del paciente.

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