Si ya me sigues desde hace un tiempo, sabrás que hice la residencia en Sevilla y ayer conté que una de mis rotaciones externas fue en el Hospital de Oviedo, en el servicio de Interconsulta. Fui allí por varios motivos:
En mi hospital no había servicio de Interconsulta con psicólogos (ahora creo que ya sí) y quería formarme en esa área.
Conocí a otra residente que había estado allí y me habló bien del sitio.
Quería huir del calor infernal del verano sevillano
Así que durante los meses de verano, me trasladé al Norte y volví a llevar chaquetas en Julio. Fue una experiencia curiosa. Por razones que no vienen al caso (ejem, falta de personal) pasé de que me dijeran que casi no podía atender pacientes yo sola porque acababa de llegar a que me dieran 3 volantes de interconsulta y un “bueno, en realidad ya eres de tercer año, si tienes cualquier duda, nos llamas.”
Durante dos meses, dedicaba parte de mi jornada a viajar por el hospital (el que haya conocido el antiguo hospital me entenderá) buscando a los pacientes que necesitaban de un psicólogo. La otra parte me iba a la Unidad de Trastornos de Alimentación, pero eso ya es otra historia.
Yo quería hablaros de lo que aprendí de los pacientes que tienen una enfermedad física. Sobre todo una lección importante: Que la gente tiene más recursos de los que imaginamos.
En serio, sólo hay que saber buscarlos.
Y eso fue lo que aprendí: a escuchar con atención y estar muy atenta a cualquier fortaleza que pueda tener la persona que acude a consulta. Ojo, no es ponerse en plan Mr. Wonderful sino de ver, dentro de lo peor, algo un poquito malo solamente.
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