A veces nos asustamos por las situaciones que viven las personas que acuden a terapia. Nos contagiamos de su angustia y su desesperación y no vemos más allá.
A mí esto me pasaba mucho al principio. Todavía recuerdo los nervios que pasé cuando tuve delante de mí a una persona que se había intentado suicidar y me estaba contando que quería volver a hacerlo. Menos mal que pude pedir ayuda y al final todo salió bien.
Por suerte, cada vez me ocurre menos, porque ahora sé que acompañar no significa sentir lo mismo y que parte de nuestro trabajo es rebuscar entre toda la información que nos dan las personas que acuden a consulta para rescatar aquella verdaderamente útil.
Aquella información que el paciente no le ha prestado atención y te la dice de pasada: “que el marte estuvo algo mejor” Cuando alguien dice algo así, hay que hacerle MUCHO caso a eso. Porque ahí puede estar la clave para comenzar.
La relación terapéutica es como un baile entre el “te entiendo” y el “pero fíjate en esta parte nueva.”
No sé si me estoy explicando bien…
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