Uno de mis mayores miedos como psicóloga es que un paciente se vaya disgustado de una consulta. No me refiero a que se vaya mal porque hemos trabajado cosas que le han removido, (aunque esto también intentamos evitarlo, no nos gusta que se vayan con mal cuerpo).
Me refiero a que se vaya con la sensación de que ha perdido el tiempo acudiendo a nosotras para resolver su problema, que no lo hemos entendido bien y que, en definitiva, no ha valido la pena.
Hay personas que acuden a consulta con las que intuyo con bastante certeza qué piensan de la sesión que acabamos de tener: si les ha gustado o no, si la ha encontrado útil o no, o si va a volver o no.
En cambio, hay muchas personas con las que me equivoco: sesiones que yo pensaban que habían sido buenas resulta que para ellas no lo fueron tanto y al revés: sesiones después de las cuales pensé que la persona no iba a volver y a la siguiente cita no sólo me dice que ha mejorado sino que además me cuenta que fue gracias a la sesión anterior.
Así que para no tener que estar jugando a las adivinanzas ya que la bola mágica la tenemos estropeada, decidimos que después de cada consulta le íbamos a preguntar a los pacientes lo que opinaban sobre la misma. Al fin y al cabo, a eso nos dedicamos: a hacer las preguntas adecuadas ¿o no? Somos expertos en el arte de preguntar.
Al principio teníamos un poco de miedo a esta evaluación, a que nos dijeran que lo estábamos haciendo fatal pero con el tiempo hemos cambiado de mentalidad: ahora vemos que, si nos valoran mal, tenemos una oportunidad para mejorar. Nos tomamos nuestros errores como oportunidades para aprender y no como situaciones donde flagelarnos por lo ocurrido.
Lo que hacemos para sistematizar la pregunta es utilizar un cuestionario de escala muy sencillo donde valoramos varios aspectos de la sesión:
- La relación con el terapeuta.
- El enfoque.
- Los temas de los que hablamos.
- Una percepción general de la sesión.
Lo pasamos siempre al terminar cada sesión y no lleva más de dos o tres minutos. Preguntar a los pacientes qué les ha parecido la consulta nos ayuda a no tener que estar con la incertidumbre de si se han quedado contentos o no.
¿Qué hacemos cuando alguien valora mal alguno de los cuatro aspectos?
Pues preguntamos el motivo. No tenemos miedo a que nos puntúen bajo. Al contrario, queremos que sean los más sinceros posibles porque al fin y al cabo, los mayores expertos en sí mismos son ellos, los pacientes. Si dicen que algo no les gustó, tenemos que hablarlo para poder mejorar para la próxima.
Por lo tanto, si alguien nos puntúa mal, preguntamos qué ha pasado. Ojo, que no lo hacemos con tono acusatorio ni mucho menos nos sentimos ofendidas. Realmente queremos saber qué ha ocurrido para ver si podemos ponerle una solución o, si no es el caso, al menos tener una buena despedida. No todos los errores se pueden arreglar y a veces lo mejor es llegar a un acuerdo de fin de terapia antes que seguir citando a alguien que viene a disgusto.
La verdad es que desde que preguntamos a las personas que acuden a consulta su opinión sobre la sesión, hemos aprendido muchísimo y lo que es mejor, hemos conseguido rectificar y llegar a acuerdos para que las siguientes sesiones fueran mejores.
También nos hemos dado cuenta de que ayudamos a mucha gente y que la mayoría sale satisfecha de nuestra consulta. Saber que lo hacemos razonablemente bien es un estímulo para continuar con nuestra línea de trabajo y, por supuesto, para seguir aprendiendo.
Nos ha gustado tanto la idea del cuestionario que hemos decidido aplicarlo a nuestro servicio de dietética:
1. Recomendamos comer verdura
2. “¿Ha sido satisfactorio comer verdura?” “Eh… Bueno… Pues…”
3. Recomendamos hamburguesas y patatas fritas
4. Satisfacción mejorada.
Perdón por el chiste. Vivimos en una cultura de satisfacción immediata y a la gente no le gusta pasar un mal rato aunqué sea buscando un bien mayor. Tiene que ser difícil trabajar con eso…
Los chistes siempre son bienvenidos 🙂 pero creo que igual no nos hemos explicado bien con el tema de la satisfacción. Creemos que una sesión de psicoterapia no tiene por qué ser un drama y un mal rato, más bien al contrario, buscamos que se sientan cómodos y que incluso se rían y sobre todo, que sientan que les hemos ayudado.