El libro que cambió mi vida

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Te pongo en situación. Curso 2004-2005. 4º año de carrera (de cuando la carrera eran 5 años).

Yo andaba un poco como una zombie por la facultad. Iba a clase, tomaba apuntes y estudiaba en piloto automático. No sabía muy bien qué iba a hacer con mi vida después de licenciarme. Lo que más me llamaba la atención era la parte de los procesos cognitivos superiores (memoria, lenguaje, etc.), pero tampoco tenía una ilusión tremenda por quedarme en la facultad a investigar.

Teníamos una asignatura: “Técnicas de modificación de conducta” en la que nos enseñaban que lo que había que hacer en terapia eran cosas como la relajación progresiva o la desensibilización sistemática. Practicábamos ejercicios de visualización que jamás conseguí hacer, nos mandaban autorregistros como deberes para casa que yo, y la mayoría de mis compañeros, terminábamos haciéndolos cinco minutos antes de la clase.

Aprendí un montón de técnicas diferentes y me pusieron un sobresaliente en esa asignatura pero sentía que algo no encajaba. No me veía a mí misma proponiendo esos ejercicios que ni yo misma era capaz de realizar y que conmigo no funcionaban. “Si esto es la psicoterapia, yo no pienso hacerlo,” pensaba.

Entonces en el siguiente cuatrimestre me matriculé en “Terapia Familiar.” No por nada en particular, sino por una cuestión de créditos. Fue la mejor decisión al azar de mi vida. No sólo porque me abrió los ojos a una nueva realidad (no toda la terapia es Cognitivo-conductual) sino porque me ofreció un listado de libros que me enseñaron que había otra forma de hacer las cosas.

El primero de los libros que leí sobre terapia familiar fue “El arte de amargarse la vida” de P. Watzlawick. (no confundir con El arte de NO amargarse la vida, que no tiene nada que ver). Lo elegí de primero porque me hizo gracia el título, pero el interior es una obra maestra.

Se trata de una parodia de los libros de autoayuda, parte de la sinopsis dice: “Llevar una vida amargada lo puede hacer cualquiera pero amargarse la vida a propósito es un arte que se aprende.”

Yo los libros de humor me los tomo muy en serio y éste cambió mi percepción de los problemas humanos y de cómo podemos ayudar los psicólogos a solucionarlos (o cómo podemos contribuir a que empeoren también).

Fue la pieza de puzzle que me faltaba para saber por qué no me convencían las técnicas de modificación de conducta. Pasé de tener una simple intuición a tener argumentos concretos sobre qué era lo que fallaba en esa asignatura, ¡y además con sentido del humor!
En este libro aparecen algunas técnicas diferentes para la psicoterapia pero no es lo fundamental. La clave está en el cambio de mirada que propone el autor sobre lo que son los problemas de las personas y cómo a veces nos complicamos la vida sin darnos cuenta.
También, aunque no de forma directa, descubrí que la psicoterapia no consiste en aplicar técnicas sino que hay algo más, que las técnicas sin un cambio real de la relación psicólogo-paciente no sirven para nada.

Un saludo,

Cristina

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