Sí, ya sé que de esto algo se ha escrito sobre el tema 🙂 pero queríamos aprovechar este espacio para aportar nuestro granito de arena a la causa.
En realidad, ya habíamos tocado este tema desde otro ángulo, en el post titulado “cómo saber si una terapia es engañosa”. Ahí nos poníamos en el punto de vista del cliente/paciente para ayudarle a discernir si el profesional que fuese a tener delante le iba a poder ayudar o no.
Sin embargo, en este post queremos reflexionar sobre lo contrario: qué tiene que tener un terapeuta para considerarlo un buen profesional. Rogers hablaba de tres características: aceptación incondicional, empatía y autenticidad. En su día supuso una gran revolución decir esto pero ahora sabemos que estas tres cualidades son necesarias pero no suficientes. Hace falta algo más.
Cuando nos pusimos a pensar en el tema, nos salieron un montón de características pero para hacer la lectura sencilla, las hemos resumido en tres.
Flexibilidad
Si lees el post de “pacientes que quieren algo diferente” verás que ya hemos hablado de la importancia de la flexibilidad para el terapeuta.
Si tienes un concepto de la vida muy rígido, si tienes muy, muy claro lo que está bien hecho y lo que está mal, sólo podrás ayuduar a un tipo de persona muy afín a tus creencias. Es más, a veces ni siquiera a ellas.
Ser flexible significa aceptar que el paciente escoge la meta a la que quiere llegar e incluso a veces también el camino que hay que recorrer.
La flexibilidad implica también cierto grado de humildad, de aceptar que no tenemos la respuesta para todo pero que tenemos la mente abierta lo suficiente como para seguir aprendiendo y mejorando.
Curiosidad
Según la RAE, la segunda acepción de curioso es “inclinado a aprender lo que no conoce” y es a ese significado al que nos queremos referir nosotros.
La curiosidad significa tener ganas de aprender cómo es el mundo del otro, conocerlo y entenderlo.
No nos referimos a la curiosidad morbosa del tipo: “cuéntame más que necesito saber cómo termina la historia.” No, por curiosidad queremos decir interés por entender el mundo del otro.
¿Empatía? Por supuesto pero también son necesarias las ganas de empatizar. Esto se traduce en que no hay que tener miedo a preguntar si creemos que necesitamos saber más para poder entender (otra cosa es que nos quieran contestar pero eso ya es otro tema que será tratado en otra ocasión).
Competencia
Algunas personas dicen que para ser un buen psicólogo sólo hace falta ser buena persona. En fin, si eso es así, no sé qué hemos estado haciendo los últimos quince años de nuestra vida estudiando, practicando y aprendiendo.
Para ser un buen terapeuta también hace falta saber, conocer los procesos de cambio de las personas y tener un mapa de cómo se forman y resuelven los problemas humanos.
El mapa es fundamental, sin él no seríamos más que buenas personas escuchando a otras. El mapa te dice por dónde puedes ir, el cliente te indica dónde hay que pararse a contemplar el paisaje.
La competencia significa saber hacer las preguntas adecuadas, saber formular hipótesis y tener un manejo de lo que ocurre a lo largo de una sesión de psicoterapia.
Hasta aquí las tres características de un buen terapeuta. Como escribimos al principio, podrían salir muchas más pero creemos que estas tres engloban bastante bien al resto.
Tampoco hemos hablado de orientaciones teóricas porque lo que sí indican los estudios es que dos terapeutas expertos de escuelas diferentes tienen más en común que un terapeuta inexperto y uno experto de la misma escuela.
No sé a vosotros pero a nosotras esta afirmación siempre nos ha dado mucho en qué pensar.
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