Otro error de novata es pensar que todos los pacientes quieren “curarse”, quieren cambiar. No señores, la función del síntoma es algo bien descrito y, efectivamente, existe. Y cuando no te das cuenta llegas a la desesperación de ver que nada de lo que haces funciona. En estos casos hay que utilizar estrategias indirectas y pedir ayuda a otros miembros del sistema más dispuestos a cambiar.
Recuerdo lo mal que me sentí la primera vez que fui a llamar a un paciente y no estaba en la sala de espera. Me colgó. No sirvo para esto, pensé. Era un adolescente que venía por dificultades para conciliar el sueño. Lo vi tres veces, a la cuarta no apareció. Un mes después volvió para decirme que había estado con exámenes y que se le había pasado la consulta, porque en realidad ya estaba durmiendo bien. Esto pasa, a veces los pacientes no vienen porque ya no lo necesitan y no avisan porque, simplemente, como ya no molesta se les olvida. No toda ausencia es un fracaso.
Un error de los más grandes es creer lo que mucha gente piensa: que los psicólogos lo arreglamos todo. Si aceptamos esta premisa cuando estamos delante de un paciente, nos estaremos comprometiendo a ayudarle a, por ejemplo, “olvidarse” de su dolor o a tomar la decisión que más le conviene sobre si seguir o no con su pareja. Es muy importante concretar desde el primer momento en qué cosas nos comprometemos a ayudar, redefinir los imposibles en objetivos alcanzables y diciendo “en eso no te puedo ayudar” si la demanda no entra dentro de nuestra competencia.
Se me ocurren muchos más errores de principiante, todos ellos vividos en primera persona, pero no es cuestión de aburrir.
¿Cuál fue tu mayor error de principiante?
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