Las /os psicólogas tenemos fama de dos cosas:
De decir obviedades.
De decir mentiras.
Obviedades como “la depresión tiene varios factores multicausales”, “las relaciones humanas son complejas” o “que el niño esté motivado es importante para su desarrollo académico.”
Mentiras como “lo más importante en una relación es la comunicación”, “la ansiedad se puede controlar” o “lo ideal es que cada niño reciba como máximo 4 regalos.”
Las obviedades dan risa y no hacen mucho por el prestigio de nuestra profesión.
Pero las mentiras hacen daño. Crean mitos y normas que si no las sigues, es que estás haciendo algo mal.
Hay mentiras grandes, como las del ejemplo de arriba y luego mentiras más pequeñas. De esas que se dicen en terapia para conseguir algo de el paciente.
Las que más me chirrían son las mentiras de la empatía. Frases como “te entiendo” o “entiendo por lo que estás pasando”, además de falsas, no sirven para nada. Porque huelen a impostura a leguas.
Parecen frases aprendidas en el Manual para Empatizar con tus Pacientes.
No aportan valor a la terapia y tampoco a la alianza terapéutica.
En serio, si alguien te dijera algo así, ¿qué pensarías?
Hay muchas otras maneras de fomentar la empatía mucho más naturales y más eficaces que esas frases de libro. A veces hablo de ellas en mi newsletter. Te puedes apuntar más abajo.
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