“Yo solo quiero saber por qué me pasa esto y una vez que lo sepa, ya le buscaré una solución.”

Esta frase nos la dijo una paciente en mitad de una sesión en la que nos empeñábamos en buscar soluciones y excepciones. ¿Os acordáis del post de pacientes que quieren algo diferente? Pues aquí estábamos ante un ejemplo de ello.

Nosotras buscando soluciones y ella causas.

Así que nos pusimos manos a la obra y comenzamos a construir una historia sobre la causa de sus problemas. No me refiero a la causa real sino a una causa útil, que le sirviera para encontrar una solución en el presente.

No nos empeñamos en que nuestra manera de pensar fuese mejor sino que nos adaptamos a lo que ella creía que era el camino que tenía que recorrer para encontrar la solución.

De todas formas, eso no quita que viésemos que nuestra paciente era presa de un mantra muy arraigado en nuestra cultura: hay que buscar la causa de los problemas.

Este mantra que es útil y lógico en el modelo médico (primero averiguo de qué virus/bacteria se trata y luego busco el tratamiento adecuado) no funciona tan bien en psicología.

Lo de buscar la causa de los traumas psicológicos comenzó con Freud y su famoso “insight”. Luego llegaron los conductistas y dijeron que no, que no hacía falta que el paciente se diese cuenta de lo que pasaba por su cabeza, bastaba con que hiciera algo diferente o que su ambiente cambiase.

Sin embargo, los conductistas seguían manteniendo el mantra, sólo que cambiando un poco las palabras:

“Primero hay que hacer un diagnóstico del problema y luego realizaremos la intervención.”

Vamos, lo mismo que antes pero ahora ya no es el paciente el que tiene que buscar la causa sino que es suficiente con que el terapeuta establezca un diagnóstico. Así nos igualamos al sistema que tienen los médicos de funcionar.

Ojalá funcionase de esta manera pero lo de buscar la causa o establecer un diagnóstico no es más que otro mantra que nos enseñan durante la carrera y que, si no lo ponemos en cuestión, lo aplicaremos sin pensar a todas las personas que acudan a nuestra consulta, sin importar qué es lo que estén demandando ellas.

Desde hace mucho tiempo se viene diciendo que en psicología que es casi imposible observar sin participar. Han demostrado que nuestra forma de evaluar a las persona va a ser determinante en el resultado de la evaluación. Dicho de otro modo: “si buscas, encuentras.”

Por lo tanto, si buscas diagnósticos, encontrarás diagnósticos. Además, ahora con el DSM-V es más fácil que nunca.

Cuando era residente conocí a un psicólogo que tenía en tratamiento a un número elevadísimo de trastornos límites de la personalidad. También conocí a una psiquiatra que decía que últimamente sólo veía a mujeres con distimia. ¿Coincidencia o es que la mirada del observador estaba haciendo de las suyas?

Por suerte, igual que ocurre con los diagnósticos, ocurre lo mismo con las soluciones y excepciones, si las buscas las encuentras.

Lo que quiero decir con esto es que cuando estamos haciendo una evaluación, no sólo estamos evaluando sino también estamos interviniendo o por lo menos, estamos ya orientando la intervención en una dirección determinada.

Por eso es útil preguntarle al paciente qué es lo que quiere e indagar mucho sobre las soluciones y las excepciones. De esta forma vamos orientando la terapia hacia la resolución del problema que, al fin y al cabo es lo que quiere la mayoría de las personas que acuden a nuestra consulta.

Desde nuestro modelo, valoración e intervención son lo mismo y aunque a efectos didácticos podamos diferenciarlos, tenemos que tener en cuenta que nuestra forma de evaluar determina la intervención.