¿Y tú qué orientación tienes?
Esta pregunta en otros contextos se podría entender de una manera muy diferente pero entre las residentes de primer año de psicología clínica, era muy habitual. Algo así como el ¿y tú de quién eres? de las aldeas.
Yo siempre respondía con orgullo: sistémica. En un lugar donde lo mainstream era lo psicoanalítico, ser sistémico era de los más underground. De hecho, en toda la residencia sólo coincidí durante unos meses con un psicólogo que trabajaba desde la terapia breve estratégica, lo demás sistémicos tenían otros apellidos.
El caso es que nos hicimos amigas, a veces hasta parecíamos un chiste malo: entran en un bar una sistémica, una cognitivo-conductual y una lacaniana…
Por suerte, una de las virtudes de la residencia es que te permite ver y aprender cómo trabajan otros profesionales con distinta orientación a la tuya. Es como viajar, que te permite aprender de otras culturas para al final darte cuenta de que hay más características que nos unen que las que nos separan.
Mi tutora por aquel entonces (¡hola Lola!) nos lo explicaba muy bien: Yo soy psicoanalista y entiendo que detrás de una fobia a un perro puede haber un conflicto de separación, ella pensará que son sus creencias irracionales y tú pensarás que ha sido la manera de intentar solucionarlo lo que le ha creado el problema. Vale, pero al final, las tres trabajaremos para que el paciente se enfrente de una vez al puñetero perro. Lo importante es que la teoría sirva a los intereses del paciente y no al revés.
Durante la residencia, pude comprobar con mis propios ojos eso de lo que hablaba Lambert y otros autores: los factores comunes. Porque como decía Lola, al final los terapeutas eficaces trabajan de manera similar independientemente de su mapa teórico.
Por eso me gusta asistir a un cursos o talleres aunque no sean de mi misma “cuerda”. Si la persona que lo imparte es buena profesional, seguro que aprendo algo. Sobre todo si pone ejemplos de cómo trabaja. Se aprende mucho más viendo “los mapas” en acción que aprenderte sólo la teoría. Es igual que aprender un idioma: no es lo mismo leerte un libro de gramática que irte al país donde se habla la lengua que quieres aprender.
Además, me entusiasma cuando asisto a un seminario y me doy cuenta de que ¡lo que están explicando ya lo hago yo pero de otra manera! Eso es genial porque por un lado, entiendo que no lo estamos haciendo tan mal cuando dos teorías llegan a la misma conclusión y por otro, porque ahora puedo aprender una manera diferente de llegar al mismo resultado.
Por ejemplo, el último seminario al que asistí fue uno de Terapia Narrativa. Encontré varios aspectos de esa terapia que son bastante parecidos a los que manejamos en consulta. Deben ser algunos de los factores comunes que estudian la gente importante. Algunos son:
- Es importante comprobar nuestras hipótesis con los pacientes. Si no están de acuerdo, es mejor buscar otras diferentes.
- Es importante buscar las fortalezas del paciente, más que sus debilidades.
- El paciente debe ser el actor principal del tratamiento y no un sujeto pasivo.
- Las confrontaciones no suelen ayudar en la terapia.
- Muy importante es la alianza terapéutica (cómo conseguir una buena alianza ya es tema de otro post).
En definitiva, tener un mapa, posicionarse cerca de una orientación teórica u otra es importante. Pero saber que esa teoría no representa la verdad absoluta, es fundamental. Si no lo vemos así, nos perderemos un montón de cosillas interesantes que nos pueden aportar otros modelos.