Era una vez un matemático, un físico y un psicólogo que fueron de vacaciones a un pueblo del norte de España. El pueblo tenía una iglesia con un campanario bastante alto.
En el bar, los tres hombres comenzaron a discutir sobre cuánto mediría el campanario. Acordaron que cada uno lo averiguase por su cuenta y el que fuese más exacto pagaba la próxima comida.
Al día siguiente el matemático dijo:
El campanario mide 70 metros. Lo sé porque medí la sombra que proyectaba y con eso calculé la altura.
El físico sonrió y dijo:
En realidad, mide 70 metros y 4 cm. Lo sé porque tiré una piedra desde lo alto y calculé el tiempo que tardaba en llegar al suelo. Con ese dato, pude calcular la altura del campanario.
El psicólogo, que había permanecido callado todo ese tiempo dijo:
Bueno, yo sé que el campanario mide 70 metros, 4 centímetros y 7 milímetros.
Los otros dos hombres lo miraron sorprendidos y le preguntaron que cómo lo sabía con tanta exactitud:
Bueno-contestó el psicólogo- se lo pregunté al cura.
Hacer las preguntas correctas es el camino más recto para que los pacientes mejoren.
Eso sí, no siempre funciona y aunque “lo hayas hecho todo bien”, la terapia puede fracasar.
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