En el post anterior hablamos de los 5 errores de comunicación más frecuentes que nos encontramos en las parejas que vienen a la consulta. Habíamos visto como estos fallos en la comunicación, por simples que parezcan, pueden desencadenar una batalla campal en un segundo.
Ahora vamos a centrarnos en las estrategias de comunicación alternativas para cada uno de esos errores. Veamos si podemos llegar a un acuerdo de paz antes de iniciar la batalla.
No asumir la responsabilidad… o repartir un poco e intentar solucionar el problema entre los dos.
Muchas veces nos olvidamos de que los mensajes no sólo transmiten el contenido de lo que queremos decir (la parte lógica, digamos). También transmiten una parte emocional, que no tiene porqué ir conectada con la parte lógica. Así, puede que nuestro enfado esté más que justificado porque nuestra pareja quedó en venir a cenar y son las tantas de la madrugada y no sabemos nada de ella (aunque en el fondo sabemos que está con sus amigos). Pero por muy justificado que esté ese enfado, si lo transmitimos a nuestra pareja haciéndole culpable de la situación lo único que lograremos es generar toda una serie de resistencias en el otro que nos llevaran a una discusión, a un y tú más.
Cuando no asumimos la responsabilidad de lo que sucede (“Por tu culpa no he pegado ojo en toda la noche porque estaba tan preocupada que no podía dormir”), hacemos que la culpa recaiga enteramente en el otro y que sus reacciones emocionales generen un inevitable conflicto. Porque transmitimos que el problema no es haber llegado tarde y no avisar, sino que el problema es nuestra pareja. Le criticamos y le culpabilizamos.
¿Y si en lugar de eso intentamos transmitir nuestra queja sin culparle ni criticarle? ¿Podemos decirle a nuestra pareja que nos gustaría que nos avisase si va a llegar tarde? Y podemos hablar de cómo nos hemos sentido (preocupados, enfadados), pero asumiendo que las emociones son nuestras. Si planteamos el conflicto como algo a resolver entre dos, será más fácil que no vuelva a repetirse. Puede que lo haga, y quizás para eso podamos tener en cuenta las estrategias que os contamos en el punto cuatro.
“Yo soy así”
Como os decíamos en el post anterior, se trata de una variante de la no asunción de responsabilidad que vale para todo. La incluimos porque no son pocas las veces que la escuchamos, sobre todo, en el miembro de la pareja que es acusado. También en las ocasiones en las que uno de los dos realmente viene a terapia por complacer al otro, por no tener otro problema… pero no por voluntad propia.
Es importante señalar en este caso que, probablemente, argumentos de este tipo sean ciertos. ¿Cambiar la personalidad? ¡Uff! ¿Y eso cómo se hace? Cambiar unas cortinas, vale, son un trozo de tela. Quitas uno y pones otro en los ganchitos. Pero, ¿la personalidad? ¿Eso que nos acompaña desde siempre? ¿Eso que no podemos ver ni tocar? ¿Por dónde empezamos?
Quizás sea más fácil explicar que no se trata de cambiar la personalidad de nadie, sino de lograr cambios en conductas concretas, en dinámicas relacionales específicas, tras un acuerdo entre los dos miembros de la pareja. Que no se trata de que nadie deje de ser quien es para salvar la relación, sino de que la pareja se siente a negociar sobre los problemas que tiene y que busque soluciones para los mismos en las que las dos partes ganen. Obviamente, estos cambios, aunque sean pequeños tendrán que respetar la idiosincrasia de cada miembro de la pareja. Pero no debemos olvidarnos de que a nuestra pareja, por lo general, la elegimos siendo quien es. ¿O cómo era eso de que soy así y no puedo cambiar?
Consejos vendo… pero me los guardo y me siento a escucharte.
Por mucho que nos cueste creerlo, a veces nuestra pareja sólo necesita que la escuchemos. Quizás llega por la noche agotado, enfadado con el mundo y sólo con ganas de descargar. Y en ese momento, puede que no nos cuente sus problemas para que nos convirtamos en su salvadora y salgamos al rescate con nuestras fantásticas soluciones. ¿Realmente es posible que nuestra pareja sea tan necia como para no saber cómo gestionar un problema con su jefe o con sus amigos? ¿Estamos seguros de que no es capaz de saber llevar a los niños mejor que nosotros?
Obviamente hay veces en las que las personas necesitamos un consejo porque estamos perdidos y no sabemos cómo actuar. Pero cuando es así, lo pedimos. Luego están esas otras veces en las que lo que necesitamos es que nuestra pareja nos escuche, transmitiéndonos comprensión y haciéndonos sentir que podemos contar con él, que estamos, por un momento, en un lugar seguro. Y la respuesta ahí no es un consejo, no es el yo haría, es el afecto y el ser capaces de tolerar el malestar de nuestra pareja. Porque, a veces, por mucho que queramos a alguien, no podemos solucionar sus problemas. Pero sí podemos hacer que se sienta escuchado (y valorado).
Recriminar… cuando podemos buscar soluciones juntos a las cosas que no van bien.
Podemos resumir que la estrategia aquí sería la de orientar el diálogo, desde el comienzo, hacia la colaboración y no hacia la discusión. Es decir, si yo voy a recriminarle a mi pareja algo que ha hecho y no me ha gustado, ¿qué quiero conseguir? ¿Quiero que la situación cambie y que no vuelva a repetirse o quiero tener una gran discusión pero salir vencedor porque le echo en cara lo que ha hecho? No parece que esta segunda opción sea realmente la de vencedor…
Sin embargo, sí puedo, en vez de recriminar, plantear el diálogo de otra forma y conseguir cambiar aquello que me ha molestado o me ha hecho daño. En vez de decirle a mi pareja que ya no planifica ninguna cosa especial que hacer conmigo (lo que activará un variado repertorio de reacciones negativas en el otro: se sentirá culpable, se enfadará, activará todas sus resistencias…), puedo plantearle una pregunta sobre la cuestión que me preocupa incluyendo las hipótesis que yo tengo. Algo así como: “Hace tiempo que no me sorprendes con algún plan que hacer juntos, ¿es porque ahora te aburres cuando hacemos cosas juntos o porque he hecho algo que te ha molestado?”.
Planteando la cuestión así, abrimos la puerta al diálogo, a conocer cuál es la posición de nuestra pareja. Esto nos dará información con la que poder seguir trabajando para resolver el problema. Además, al tiempo que abrimos las posibilidades de colaboración, lo hacemos guiando el diálogo por las cuestiones que nosotros queremos tratar. Pero lo hacemos de forma sutil, sin confrontar ni culpabilizar al otro, sentenciándole desde el comienzo.
Quiero que quiera… pero me vale con que lo haga, ¡o incluso acepto que tome sus propias decisiones!
Recordemos una frase típica de este tipo de mensajes: “Quiero que mi novio entienda que en la vida hay que tener prioridades y una prioridad no debe ser irse a ver el fútbol con sus amigos hasta las tantas sino estar conmigo”. Y si algún día se queda conmigo… “no vale porque no ha salido de él, lo ha hecho porque se ha sentido obligado”.
Cuando se presenta este tipo de mensajes tenemos dos opciones para trabajar en terapia. Una de ellas es romper el círculo vicioso consiguiendo que el miembro de la pareja que emite este tipo de mensajes acepte la sumisión que pide al otro pero sin la segunda parte. Es decir, que no espere que el otro lo haga de mil amores. ¿Quieres que colabore en la limpieza de la casa? Puedes conseguir que lo haga pero porque tú se lo pides directamente y aceptando que el otro lo hará a regañadientes.
La otra opción es trabajar con la posibilidad de que el miembro de la pareja que usa este tipo de mensajes sea capaz de asumir que no siempre es conveniente intentar someter al otro. Por muy lógicas que sean sus razones. Así, romperíamos el círculo vicioso de este tipo de comunicación bloqueando los mensajes en los que se pide sumisión (y la consiguiente aceptación de buen grado) y permitiendo que el otro tomase decisiones libremente sobre su comportamiento en relación con la pareja.
Ambas opciones pueden parecer complicadas, pero si la pareja está dispuesta a colaborar este tipo de mensajes se pueden bloquear sin demasiada dificultad.
Esto sólo son algunos breves apuntes sobre las estrategias de comunicación eficaz en pareja. Podríamos escribir largo y tendido sobre el tema, pero queríamos hablaros sobre todo de estos puntos porque son frecuentes en nuestra consulta.
¿Cuáles son las estrategias de buena comunicación que trabajas tú con tus clientes? ¿O cuáles las que pones en práctica con tu pareja?
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