5 clásicos Disney para psicólogos

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El constructivismo es un invento maravilloso. Nos permite ver cualquier cosa en cualquier lugar. Para demostrarlo, el post de hoy. Algunos podrán decir que está “cogido por los pelos” y será verdad. Será verdad que su mirada no está lo suficientemente coordinada con la mía para ver lo que yo veo.

Una lástima.

Aun así, espero que os guste  este último intento por ver psicoterapia en todas partes. Por cierto, si esperáis encontrar aquí un comentario sobre Inside Out, estáis muy equivocados.

El rey León

Al pobre Simba no paran de sucederle desgracias: su padre se muere, él escapa por los pelos y no puede regresar a su casa. Está totalmente perdido.

Menos mal que encuentra a dos terapeutas un poco chiflados que le dicen “ningún problema debe hacerte sufrir”. Fijaos que no le dicen que no tiene problemas, los aceptan pero le señalan que de momento no puede hacer nada por solucionarlos y le sugieren que empiece a hacer algo diferente.

¿Qué hacen en realidad Timón y Pumba? Desviar la atención del problema y conseguir que Simba recargue pilas por otro lado. Sabían que no estaba preparado para enfrentarse a su tío y consiguen que espere. Pero no de cualquier manera, mientras espera, va acumulando fuerzas para enfrentarse al enemigo.

Digamos que le sugieren hacer cosas que le hacen sentir bien en el momento porque eso es lo que le dará fuerzas para enfrentarse en un futuro “al enemigo.”

Pinocho

Un niño de madera que quiere ser un niño de verdad. Un niño al que le han dicho que no es de normal pero él quiere sentirse normal.

En esas estamos cuando Pinocho topa con un terapeuta terrible, de esos de los que hay que huir. El pobre no tuvo tanta suerte como Simba.

Pepito Grillo hace todo lo que te dicen que no hagas en terapia: recordarle que no está bien, que eso no lo puede hacer y que si lo hace, corre un gran peligro. Así, sin más, sin escuchar los deseos del pobre niño por sentirse aceptado e integrado en el grupo.

Ponerse en una posición de experto y dedicarse a dar consejos a diestro y siniestro bajo la amenaza de hecatombe si no te hacen caso es la mejor manera de conseguir que la gente haga justo lo contrario de lo que les digas.

Ojo, y que al final Pepito Grillo tenía razón, pero su error fue no saber transmitirlo de una manera adecuada.

La Bella y la bestia

Bestia es un infeliz que nada le sale bien. No es capaz de conectar con la gente, se siente solo y empieza a pensar que es él el que en realidad no quiere estar con nadie. Se muestra huraño y agresivo con todos.

Entonces aparece Bella, al que un terapeuta (que no aparece en la película pero fijo que acudió a uno) le va guiando en cómo hacer para ayudar a Bestia a salir del pozo en el que está metido.

¿Cómo lo consigue? Al principio no lo tuvo fácil porque el terapeuta le sugería que intentase no ver el síntoma y viese más allá. Cuando uno está tan acostumbrado  a ver una enfermedad en el otro, es difícil cambiar de mirada.

Por suerte, este fenómeno también ocurre al revés y cuando uno se acostumbra a ver “el lado sano” ya es difícil que haya una vuelta atrás.

Bella no se dedica a enumerarle las virtudes de Bestia. Va más allá y simplemente actúa como si las tuviera. En vez de decirle: “en realidad eres una persona amable” le pide que recoja un trozo de tela que se le ha caído, dando por hecho que Bestia lo va hacer (porque es una persona amable).

Cuando un familiar nos pregunta ¿qué hago?,  es bueno preguntarle si tratarían diferente a su familiar si no estuviese enfermo. La de cosas interesantes que salen con este planteamiento.

Aladdín

Aladdín está atrapado en un problema gordo cuando, de repente, aparece un tipo que dice ser un genio y le promete la felicidad completa.

Este genio no es más que un vendehumos, un gurú de esos que no paran de decir que con su sistema las personas alcanzarán sus objetivos sin esforzarse. Vaya timador que estaba hecho.

No voy a negar que algo le ayudó, sobre todo al principio. Lo que suelen hacer estos terapeutas es  llenar a la gente de una falsa confianza  en sí mismos.  Lo hacen tan rápido que parece que funciona pero no es más que una confianza rellena de aire: a la mínima se desinfla.

Eso es lo que pasó en la película: Al primer contratiempo, Aladdin pierde toda su energía y vuelve a sentirse una rata. No era un príncipe de verdad como le prometía el genio.

Al final, para alcanzar su objetivo, Aladdin tiene que esforzarse, y mucho. Pese a sentirse como una rata consigue salvarlos a todos y ahí sí es el momento en que realimente cambia. La confianza ya no está llena de aire sino de hechos.

La cenicienta

 Una chica desgraciada que no sabe qué hacer para mejorar su vida. Un clásico en nuestras consultas. La chica tenía “un hada madrina” que le dio algo para que se sintiese mejor al menos durante unas horas. Una vez terminado el efecto del hechizo, volvería a ser la de antes.

Sólo le faltó decir que tenía que volver a tomar el hechizo al desayuno, comida y cena y que probablemente tuviese ciertas molestias estomacales los primeros días.

Menos mal que el hada madrina era de las buenas y no se limitó a hechizarla y dejarla en casa con su vestido elegante y sus zapatos de cristal. Le dijo que aprovechase ahora que se sentía bien para hacer aquello que quería hacer: ir al baile a pasarlo bien.

La duración del hechizo es limitada pero lo que hace Cenicienta bajo sus efectos es lo que realmente marca la diferencia.

Como dije al principio, el constructivismo es un invento maravilloso. Buscar en las películas los agentes de cambio es un ejercicio estupendo para cualquier terapeuta. Os animo a que probéis a ver  más allá de los síntomas de los protagonistas, deteneos en el porqué del cambio y veréis como os salen conclusiones estupendas.

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