Algunos padres entran con miedo en la consulta. Miedo a que se les juzgue, a que les digamos que lo están haciendo fatal y que son unos malos padres.
Algunos tienen ese miedo porque así les ha pasado con otros psicólogos, o con la orientadora del colegio, con el pediatra o con la enfermera. Porque, a pesar de que se insiste en que no se debe juzgar, muchos profesionales lo siguen haciendo, creyendo que de esta forma ayudan.
Ojalá cambien algún día. Mientras tanto, hay que asumir que con el carné de padre o madre viene incluida una licencia para que te juzguen, hasta la vecina del quinto si es necesario.
Otros padres en cambio, vienen con la culpa de serie, y por eso tienen miedo de que confirmemos sus sospechas: que son los culpables de lo que le está ocurriendo a su hijo o hija.
En un mundo ideal, nos gustaría que acudiesen sin miedo, porque no les vamos a juzgar, pero como a veces no es así, pues trabajamos ese miedo, que al fin y al cabo si está no tenemos que ignorarlo.
Por cierto, ahora que lo pienso: si alguna vez he hecho sentir culpable a alguien en la consulta, lo siento de verdad. Te aseguro que esa no era ni mucho menos mi intención.
¿Qué clase de problemas traen los padres a nuestra consulta?
No somos un centro de atención infantil sino familiar. Esto quiere decir que la mayor parte de las consultas de los padres se refieren a problemas de relación entre ellos y sus hijos. Y con problemas de relación me refiero a lo que los diagnosticadores llaman “trastornos de conducta.”
Como lo de “trastorno de conducta” nos da un poco de grima porque pone todo el peso del problema en el niño y nos quita margen de maniobra para trabajar con los padres, preferimos hablar de problemas en la relación: discusiones, gritos, insultos, no obedece, no hace caso, no come, no duerme, no hace los deberes son algunas de las quejas más frecuentes que escuchamos en la consulta.
Nuestro objetivo no suele ser que el menor “se cure” sino más bien que la convivencia familiar se haga más agradable para todos. Esto nos permite trabajar desde las soluciones a los problemas y no desde la patología.
¿Problema de crianza o problema de salud mental?
Hace tiempo, después de haber visto a unos padres preocupados por su hijo, una compañera psiquiatra me dijo: “a ese niño no le pasa nada, tienen un hijo normal”. Cierto, al niño no le pasaba “nada” pero eso no quitaba que tuviesen un problema en la convivencia y ahí sí les podíamos ayudar.
Porque si lo queremos patologizar todo, podemos hacerlo, no hay problema. Verás: vivir con discusiones constantes genera estrés y ese estrés hace que aumente la posibilidad de tener síntomas de ansiedad y depresión en cualquiera de los miembros de la familia. Por lo tanto, aunque pensemos que al niño no le pasa nada, podemos hacer una labor de prevención ayudando a que la situación dentro de su casa mejore.
Es decir, no tiene por qué haber un diagnóstico oficial de por medio para que unos padres acudan a una consulta de psicología. En nuestra clínica nos da un poco lo mismo si el niño está diagnosticado o no, lo que preguntamos es por los objetivos que quieren conseguir acudiendo a nosotras y quién es la persona o personas que están más interesadas en cambiar para que la situación mejore.
No hay culpables, ni diagnósticos ni recetas mágicas. Sólo un interés genuino por ayudar a que la familia que acude a nosotras se vaya con la capacidad de mejorar su convivencia.
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