Todavía me entran sudores fríos cuando recuerdo a mi primera paciente. La primera que vi en solitario, yo, yo misma y ella, a solas, en una consulta.
Creo que la pobre sintió lástima de mí y decidió ponerse mejor sólo para que no me desanimara. Porque conocimientos y tablas no tendría, pero ganas, me sobraban.
“Los que estáis empezando curáis con las ganas”, me dijo una psicóloga que ya llevaba tiempo trabajando. Tal vez fuese cierto porque si no, no me explico cómo la gente podía mejorar a pesar de mis meteduras de pata.
Aún así, me daba mucha rabia porque no entendía por qué me pasaban a mí estas cosas, yo, que era genial en los rol-playing. Luego entendí que el rol-playing es el equivalente en toreo a torear con un toro de mentira. Nada que ver con un toro de verdad. Ahora me declaro una escéptica del rol-playing cuando tiene el objetivo de que los alumnos practiquen sus habilidades como terapeutas.
El caso es que hablando con mis compañeras me di cuenta de que yo no era la rara y torpe terapeuta que caía una y otra vez en lo mismo. Parece que hay una serie de errores por los que todos/as pasamos cuando empezamos a atender pacientes reales.
Como es un tema que me interesa, fui preguntando a los y las terapeutas que iba conociendo y casi siempre me contaban los mismos errores. La diferencia estaba en que unos habían sabido solucionarlos pronto mientras que otros todavía estaban en ello.
En este post os quiero contar cuáles son los cinco errores que más se repiten y qué tres recursos son los más valiosos para superarlos cuanto antes.
1. Quedarse en blanco
La primera vez que entrevisté a un paciente no estaba yo sola. Mi supervisora estaba sentada a mi lado. Ese día me había soltado sin previo aviso que me iba a hacer cargo yo de la primera entrevista de un nuevo paciente.
Me quedé blanca, pero acepté. Me imaginé que no sería tan difícil, al fin y al cabo, sólo se trata de hacer preguntas. Pues no, quien no haya hecho nunca una entrevista a un paciente real no sabe lo complicado que es.
Enfrentarse a una persona que tiene un problema y que ha acudido a ti para que se lo resuelvas conlleva una enorme responsabilidad y eso, cuando uno está empezando, se traduce en que te conviertes en un manojo de nervios.
Y claro, en ese estado lo más probable es que te quedes en blanco, sin tener ni idea de qué preguntar o por dónde seguir la conversación.
2. Preguntas caóticas, sin orden
Una vez superado el primer bloqueo parece que las preguntas comienzan a aparecer en tu cabeza y entonces crees que ya lo has superado, que fue sólo un momento de nervios pero que ahora ya está, ya estás consiguiendo hacer una entrevista genial.
Pues no.
Luego te das cuenta, (o te lo dicen como fue mi caso) que lo que hiciste no fue una entrevista clínica sino una especie de interrogatorio caótico y sin sentido. Hiciste preguntas, genial, pero no te llevan a ningún lado, la mayoría trataban de cuestiones sin importancia que no eran útiles para que el paciente mejorase.
Además, saltas de un tema a otro sin profundizar en ninguno. Estás hablando de las aficiones del paciente y de repente saltas a su infancia, no sin antes preguntar por si padece alguna enfermedad física.
Lo dicho, hacer preguntas sin orden ni concierto es un gran error de novato.
3. Miedo a preguntar
Siguiente fase: sabes qué preguntar, sabes hacerlo más o menos en un orden adecuado…pero no te atreves a ello.
No es que te quedes en blanco, sabes perfectamente lo que quieres preguntar pero no te atreves porque te da miedo. Te da miedo la reacción que pueda tener el paciente, o su familia. Incluso te da miedo la posible respuesta.
Los miedos pueden variar de un terapeuta a otro, ya que dependen de su historia personal y de su momento vital. Sin embargo, hay varios que son bastante comunes a todos. Preguntar por la muerte, por el suicidio o por la vida sexual son algunos de los ejemplos que podría poner de “preguntas tabú.”
Somos humanos y como tal, tenemos tabúes y miedos que nos impiden preguntar ciertas cosas. Sin embargo, en una consulta de psicología debemos dejarlos a un lado y trabajar por el bien del paciente.
4. Presuponer
Ya has superado la etapa del miedo a preguntar, de quedarte en blanco y tienes una guía en la cabeza de cómo actuar. Entonces llega el siguiente error: hacer suposiciones infundadas.
Las personas construimos nuestra propia realidad, tenemos esquemas mentales de cómo funciona el mundo. Estos esquemas son muy útiles y nos ahorran mucho tiempo en el día a día.
Sin embargo nos pueden jugar una mala pasada si nos dejamos llevar por ellos en la consulta. Por ejemplo, puedes suponer que una pareja tiene problemas porque él no hace nada en casa y eso no le gusta a su mujer. Si das esto por supuesto, porque para ti es normal que ambos miembros de la pareja colaboren, tus preguntas irán dirigidas en esa dirección y podrás equivocarte.
Tal vez ambos están conformes en cómo están las cosas y ése no sea un punto de conflicto y tú se lo estás creando sin darte cuenta.
Presuponer la información es un atajo, nos evita tener que preguntar pero al mismo tiempo, nos hace creer una realidad que no se corresponde con la de los pacientes.
5. Proponer soluciones antes de tiempo
Este es mi favorito porque es el error más difícil de superar. Somos terapeutas, nos gusta ayudar y proponer soluciones.
Cuando alguien nos está contando un problema o una queja, automáticamente nos saltan a la cabeza varias formas de resolverlo. Si te dejas llevar por ese impulso, estarás metiendo la pata ya que lo más probable es que estés quemando cartuchos antes de tiempo.
Proponer soluciones sin haber escuchado antes al paciente te lleva a que lo que le propongas no esté alineado con su forma de pensar, o que no tenga sentido para él o ella o incluso, que le estés proponiendo una solución que ya había probado y que no había funcionado.
Además, la sesión se convertirá en una especie de partido de tenis en el cual el paciente te cuenta un problema y tú le devuelves la pelota de una solución, luego él te cuenta otro problema y tú otra solución. Así hasta que uno de los dos se canse de hablar de todo sin pararse a pensar en cuáles son los objetivos que quiere conseguir la persona acudiendo a consulta.
SOLUCIONES
Cuando estás empezando puedes pensar que todo lo haces mal y que eres incapaz de mejorar. Te das cuenta de que enfrentarse a un paciente real es muy diferente a cómo te lo habías imaginado, que no es tan fácil pensar en las preguntas adecuadas cuando tienes a alguien delante que te está pidiendo ayuda.
Yo misma he estado en ese punto y sé que los comienzos no son fáciles. Nadie nace sabiendo y la profesión de psicólogo/a es complicada, requiere de tiempo y esfuerzo hasta conseguir hacerlo medianamente bien.
El proceso de aprendizaje comienza en la facultad, sin duda, pero una vez terminado los estudios, todavía queda un largo camino. Para mí, este aprendizaje se compone de tres patas.
1. Observar
Observar cómo trabajan otros es la mejor manera de comenzar nuestro aprendizaje. Poder ver cómo terapeutas con más experiencia que tú se manejan en consulta es muy útil para que vayas desarrollando estrategias de intervención cuando seas tú la/el terapeuta.
Pero ojo, cuando estés observando, no te quedes tanto en lo que dicen los pacientes como en cómo actúa la/el terapeuta. A veces nos dejamos llevar por la curiosidad y nos centramos sólo en lo que dice el paciente.
Mantener la atención en el paciente es importante cuando seas tú la persona que le atienda pero mientras observas, tienes que centrarte más en lo que hace el/la profesional que está a cargo del caso.
De esta forma, cuando nos estén contando un caso, lo interesante no es saber todos los detalles del mismo sino cómo actuó, qué dijo la/el terapeuta y por qué. No te quedes con la anécdota del caso sino que fíjate en las palabras y los gestos del psicólogo/a y en cómo consiguió ayudar a la persona que tenía delante.
2. Tener un mapa
Un mapa te indica el camino que tienes que recorrer y adónde puedes llegar. Cuando estás empezando, tener un mapa, un marco teórico con el cuál moverte es fundamental para aprender qué preguntas merece la pena plantear y cuáles serían las posibles soluciones.
Sin un mapa estarás completamente perdido/a. Esto del eclecticismo está muy bien pero al principio es necesario tener una base teórica, sea cual sea.
Cuando ya vayas cogiendo experiencia aprenderás que puedes cambiar de mapa si crees que al paciente le va a venir mejor pero siempre tendrás que tener alguno en la cabeza. Si no, las entrevistas serán caóticas y tú tendrás la sensación de estar dando palos de ciego.
Utilizar tareas y técnicas sin tener un mapa detrás es como empezar a conducir sin aprender antes qué significan las señales de tráfico. Te estrellas seguro.
El mapa que escojas deberá ser uno con el que te sientas a gusto, que encaje con tu forma de plantear los problemas o incluso con tu manera de ver la vida. Por cierto, aunque la universidad intente negarlo, el cognitivo-conductual es un mapa más, hay muchos otros donde escoger.
3. Practicar
La tercera pata del aprendizaje, la práctica con pacientes reales.
Decía uno de mis supervisores que la terapia se aprende haciendo terapia. Es como la cocina, por muchos libros de teoría que leas, por muchos vídeos que veas, hasta que no te pones a hacer una tortilla no sabrás si sabes hacerla o no.
Además, como dije al principio del post, la terapia se aprende trabajando con pacientes reales. Con el rol-playing te puedes hacer una idea pero no sabrás a qué te enfrentas hasta que tienes a tu primer paciente delante de ti.
Puede dar miedo pero es así como se aprenden la mayoría de las cosas buenas de la vida, practicando, practicando y practicando.
Espero que este post te haya sido útil y que si te ves reflejada/o en alguno de estos errores, no te hundas en la miseria. Todos hemos pasado por ellos y lo mejor que puedes hacer es tomarlos como una manera genial de mejorar.
Mira además si a tu formación le falta alguna de estas patas y busca alternativas para poder ponerle remedio. Si falla una de ellas, tu proceso de aprendizaje se quedará cojo y tardarás más en aprender.
Nosotras escogimos el mapa de la terapia breve, si tienes curiosidad por conocer un poco nuestra forma de trabajar, te invito a que te suscribas a nuestro blog y te regalamos un e-book con las 12 tareas que más utilizamos en nuestra consulta. En él te contamos para qué utilizamos cada tarea y por qué nos funcionan tan bien. Puedes registrarte para descargarlo en el cajetín que aparece al final de este post.
Tengo frecuentemente psicólog@s en prácticas y me vendrán muy bien vuestras aportaciones…
Muy buena las propuestas ya que permite que conozcamos más de las dificultades que nos enfrentamos cuando no tenemos la experiencia.
Excelente ayuda permite descubrir errores, adquirir cocimiento y descubrir que el ser humano está en aprendizaje constante..
Cordial saludo. Me ha pasado y creo que no he salido de alli. Necesito aprender. Muchas gracias.