¿Qué implicaciones tiene el constructivismo para la psicoterapia?
En primer lugar supone una cura de humildad para el terapeuta. Ya no es el poseedor de la realidad buena (o de la verdad) y el paciente es que el que tiene una realidad distorsionada que es necesario arreglar. Ya no es un experto en la vida que se sienta frente al paciente que no sabe, que le faltan conocimientos y acude al profesional para que le “ilumine” con su sabiduría. Ya no puede limitarse a dar consejos sobre lo que es mejor y si el paciente no los sigue es porque es “resistente a la terapia” o no se deja ayudar.
En segundo lugar, el constructivismo ha ayudado a que los psicoterapeutas no menosprecien el sufrimiento de los pacientes. La expresión: “es una ama de casa histérica” o “esta persona sí que está enferma de verdad” dejan de tener sentido porque el baremo del sufrimiento no debe ser el del terapeuta sino el de la propia persona que lo padece. Así, la aceptación de la realidad de la persona que acude a terapia se lleva al extremo, favoreciendo el encuentro entre paciente y psicoterapeuta.
Por último, las personas que acuden a consulta tienen su propia teoría de por qué les pasa lo que les pasa, y ésta puede llegar a ser más útil que la del propio psicoterapeuta, que aunque tenga mucha experiencia en psicoterapia, el paciente tiene mucha más experiencia en sí mismo. De esta manera, el terapeuta siempre ha de tener muy en cuenta cualquier idea que tenga la persona que acude a psicoterapia sobre cómo solucionar su problema. Porque una solución que proviene de la realidad que presenta el problema siempre va a encajar mejor que una solución ajena a dicha realidad.
¿Cuál es el papel del psicólogo según el constructivismo?
Para ello, debe aceptar que la teoría del paciente acerca de lo que le sucede es tan válida como la suya (o incluso más). No hay mejor experto en uno mismo que uno mismo.
Normalmente, cuando alguien acude a terapia es porque no es capaz en esos momentos de gestionar su propia realidad, o alguna parte de ella. Es entonces cuando la figura de un psicólogo cobra más importancia. Su tarea no consiste en simplemente reformular lo que le ocurre al paciente sino en buscar un punto de entendimiento entre los dos, un punto de realidad compartida. El objetivo es mover la percepción que tiene el paciente de su problema lo suficiente para lograr un cambio, para que sea posible una solución.
Una vez que el terapeuta y el paciente consiguen llegar a ese punto de encuentro, es entonces cuando se pueden sugerir tareas con el propósito de que éstas modifiquen la percepción del paciente de su problema y que el cambio sea posible.
En resumen, el constructivismo exige que lo terapeutas tengan unos esquemas cognitivos muy flexibles, para poder amoldarse a todo tipo de realidades y además han de poseer unas buenas habilidades de comunicación para ayudar al paciente a cambiar su realidad sufrida por una realidad manejada.
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