Hace más de dos años que mi familia y yo decidimos reducir el volumen de plásticos y residuos en casa: champú sólido, detergente a granel, nuestra tienda de mano se llama Wallapop, etc. En el barrio ya nos conocen como “los del táper.”
En consulta lo tengo algo más complicado pero se intenta también. Por ejemplo, ofrecemos a los clientes enviarles las facturas por email en vez de impresa. También estoy valorando cambiar los formularios de papel por una tablet para no gastar tanto papel (aunque no sé qué compensa más a la larga).
El caso es que esto tiene un nombre en inglés: zero-waste. Cada vez se está poniendo más de moda. Igual que lo de comer sano ahora se llama real-fooding. En inglés todo mola más.
Sin embargo ocurre un problema, que el movimiento zero-waste puede convertirse en “dejo de comprar una cosa para comprar otra, “más ecológica”. Entonces te encuentras con personas que compran a granel quinoa procedente de India, en vez de arroz de Valencia. O uvas de Sudáfrica en mayo.
Lo que quiero decir es que este movimiento no funciona si no se cambia la mirada, la perspectiva que tenemos de la vida.
Con la psicoterapia pasa lo mismo. Aparecen nuevos nombres de terapia que prometen una mayor efectividad, mejores que las anteriores. Está genial, pero no sirve de nada si no se cambia la visión que tenemos de la psicoterapia y de los pacientes.
Un saludo,
Cristina
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