Cómo evitar las rabietas infantiles: Charla en Nico Comparte (I)

Psicoterapia

Hace unas semanas tuve la oportunidad de impartir una charla en la tienda de artículos de bebé de segunda mano Nico Comparte. Durante una hora y media estuve con un grupo de madres (y un padre) de niños de entre 4 meses y dos años para trabajar el tema de las rabietas infantiles. En este post y en el  de la semana que viene os dejo las principales conclusiones a las que llegamos.
Para empezar, quise hacer notar la importancia del lenguaje en todos los aspectos de la vida, pero sobre todo cuando hablamos de nuestros hijos. El término rabieta no me gusta, es peyorativo, y da la impresión de que los niños tienen rabietas a propósito. Además, loa duetos nunca tenemos rabietas, los adultos nos cabreamos ¿por qué los niños no tienen derecho al enfado? ¿por qué  rebajamos sus cabreos a “rabietas” como si lo que ellos sienten tuviese menos importancia? En cualquier caso, a lo largo o del post seguiré hablando de rabietas pero no con un sentido peyorativo de “enfado sin razón de ser” sino más bien con el sentido de “frustración indomable”

Las rabietas como las solemos llamar suelen tener como emoción principal la frustración. A nadie le gusta frustrarse y crecer consiste muchas veces en ir pasando de una frustración a otra. “Sin frustración no hay crecimiento” dijo M. Klein. En cualquier caso, una de las cosas en las que se diferencia el enfado adulto del enfado infantil es en la capacidad del adulto de gestionar sus propias emociones. Los niños, sobre todo los menores de 3 años, no tienen herramientas suficientes para ello y muchas veces se ven desbordados por sus propias emociones. Como si no pudieran hacer diques para contenerlas y la frustración (o la rabia, la tristeza, etc) se desparramasen por todo su cuerpo. Ojo, esto también les ocurre con otras emociones ¿o acaso no habéis visto nunca a un niño inundado de alegría? Que esto de no tener diques de contención también tiene su parte positiva…

¿Qué se puede hacer para evitar las rabietas entonces? Bueno, muchas serán inevitables así que la charla se dividió en dos partes. Una para hablar de cómo prevenirlas y la otra para hablar de cómo gestionarlas. En este post me centraré en la “prevención” y dejaré para más adelante la gestión.

Prevenir las rabietas

Antes de continuar, os dejo un vídeo que ilustra muy bien lo que le voy a exponer a continuación.
 Desde nuestro punto de vista, hay tres tipos de rabietas: Las que podemos prevenir, las que no podemos prevenir y las que podemos prevenir pero no queremos. En esta parte me voy a centrar en las primeras.

Cuando pregunté al grupo que cuántas veces al día les decían que no a sus hijos, la respuesta fue unánime: muchas. Imaginaos ahora que un buen amigo vuestro os invita a su nueva casa. Nada más entrar os dice: “pasad, no os preocupéis, sentíos como en casa”. Vosotros pasáis tan tranquilos pero algo se tuerce a lo largo del día. Vuestro amigo está constantemente diciéndoos cosas del tipo: “no dejes ahí el vaso, pon algo debajo primero (…) cuidado con ese jarrón que es muy caro (…) no vayas a ese baño porque es el nuevo, vete a este mejor (…) no te sientes en ese sofá porque lo puedes manchar (…) ¿Cómo os sentiríais? ¿No acabaríais hasta el gorro de la visita? Pues imaginad ahora que es en vuestra propia casa donde sucede esto. Igual podéis aguantar unos días, pero llegará un momento en que saltaréis y tendréis una “rabieta” por lavaros las manos en el lavabo bueno (por ejemplo).

Uno de los principales defectos de los niños es que tienden a crecer, a hacerse mayores y a querer hacer cada vez más cosas por sí mismo. Existen dos motivos principales por lo cuales los niños se frustran: la falta de autonomía y la falta de atención. Afortunadamente en la mayoría de los casos, está en nuestra mano minimizar su frustración.

Si no queréis que un jarrón se rompa, mejor escondedlo durante un tiempo o ponedlo fuera de su alcance (incluido su alcance visual). Intentar que la casa sea lo más segura posible es una manera de reducir los noes. Cuando sea un poco mayor, ya podrá comprender mejor que hay ciertas cosas que hay que tratar con cuidado. Pero ese momento viene después, ahora son demasiado pequeños y tiene que “experimentarlo todo” para entenderlo.

Otra cosa que se puede hacer para fomentar su autonomía consiste en no hacer por él lo que pueda hacer por sí mismo (aunque lo haga con más lentitud y con un resultado menos óptimo). Hablo de cosas del tipo: comer, limpiarse, desvestirse, vestirse, etc. Incluso preguntarle sobre si tienen hambre, sobre qué pantalón quieren ponerse o sobre si prefieren un yogur o una fruta de postre. Son elecciones que pueden ir haciendo y que les hará sentirse más dueños de sí mismos.

Esto en cuanto a la necesidad de autonomía pero no debemos olvidar que son niños y que necesitan nuestra atención. Querer que a uno le presten atención no es malo, es lo normal. A todo el mundo nos gusta que nos hagan caso. Lo malo de los niños es que suelen reclamar atención cuando muchas veces no podemos dársela porque, por ejemplo, estamos cocinando o haciendo otras tareas en la casa.

Una madre planteaba lo siguiente: “Mi hija quiere bajar al parque y yo estoy haciendo la comida, así que le digo que no podemos bajar. Ella insiste, insiste hasta que se cabrea y empieza a chillar. Al final acabo cediendo y bajando al parque.” Mi pregunta fue ¿no podías bajar al parque en ese momento? ¿entonces por qué le dices que no de entrada si sabías que una vez terminada la comida sí podías bajar? Es decir, si les vamos a decir que sí a algo, no esperemos hasta que se enfaden para hacerlo. En primer lugar porque es un mal trago para todos que el niño se tenga que enfadar para conseguir las cosas y otra porque no tiene sentido que se enfade ya que lo vais a hacer de todas formas.

Una posible salida en la situación que plantea esta madre hubiera sido: “Ahora estoy haciendo la comida, por eso no podemos ir al parque. Cuando termine, bajamos ¿te parece? Entiendo que estés aburrida ¿por qué no me ayudas aquí un poco? Mira, toma, lava estos tomates” Evidentemente, si el niño está acostumbrado a que cuando se enfade consiga las cosas, puede que esta alternativa no valga a la primera pero aún así es mejor porque al final el resultado será el mismo (vais a bajar cuando se termine de hacer la comida, pero será porque la madre lo ha dicho, no porque la niña haya gritado. Ya no hay esa pelea “yo gano, tú pierdes”).

Porque en definitiva se trata de eso, de entender que la relación con los hijos no es una batalla donde o ganan los padres o ganan lo hijos. Estos casos no existen, siempre salen todos perdiendo.

Si el contenido de la charla os está pareciendo interesante, os dejo el calendario de las charlas que hay disponibles para este mes y los siguientes, por si queréis apuntaros.

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