Segunda parte del resumen de la charla que impartí en la tienda de segunda mano Nico Comparte, en A Coruña.
Rabietas que no podemos evitar
Son aquellas que nos pillan de sorpresa, que no sabemos exactamente qué ha pasado para que el niño se ponga de esa manera. En estos casos siempre hay que pensar que, aunque no sepamos qué ocurre, el niño nunca se enfada porque sí, siempre hay un motivo.
Así que lo primero es escuchar e intentar entenderles. Pero para averiguarlo hay que escuchar y en el caso de niños más pequeños, saber observar bien las señales que nos pueden estar advirtiendo de qué es lo que le puede estar ocurriendo. Si conseguimos averiguar qué les pasa, ya le podemos poner un nombre y hasta a veces, una solución: “tienes hambre/sueño/miedo, etc… qué te parece si hacemos…..para que se te pase?”
Sentirse escuchados y protegidos es la mejor manera de que los niños dejen de sentirse mal. También podemos usar el sentido del humor o el juego físico (cosquillas, etc) para poner fin a la tensión que se va creando.
Para que entendáis mejor este apartado, os dejo un vídeo que explica a la perfección lo que he intentado transmitir en la charla.
Rabietas que podemos evitar (pero no queremos hacerlo)
Son situaciones en las que el niño quiere hacer algo pero nosotros no se lo podemos permitir, bien porque es ilegal (ir en coche sin el cinturón de seguridad) o bien porque es peligroso (jugar con cuchillos, subirse a una barandilla, etc). Hemos intentado distraerles pero no ha funcionado, así que no queda otra que decir que no.
Antes de continuar, quiero recalcar una cosa. Si les decimos que no a algo, es mejor mantenerse firmes en ello. Porque si no, sí que pueden aprender que se tienen que enfadar (o gritar,o insultar) para conseguir lo que quieren. Todos los padres sabemos poner un límite ¿o acaso vas a dejar que tu hijo beba lejía si se pone muy pesado? Si es no es no, y si es que sí, mejor decirles que sí antes de que se enfaden.
En estos casos sabemos lo que les ocurre pero no podemos darles lo que quieren, así que sabemos que se van a enfadar. Los niños tienen derecho a enfadarse y nosotros tenemos que intentar que sus enfados no deriven en agresiones o insultos. Es decir, tenemos que enseñarles también a enfadarse. Para ello tenemos que ser capaces de mantener la calma, hacer de diques de contención para sus emociones, que en esos momentos están desbordadas.
No gritar, no insultar es fundamental para que ellos no hagan lo mismo. Y si lo hacen, pedirles que no lo hagan porque nosotros no se lo hacemos tampoco a ellos. Dar ejemplo es fundamental en estos casos (Y si gritamos, pedir perdón también es dar un buen ejemplo). Si vemos que no podemos mantener la calma, hay dos opciones: o delegar en alguien o salir un momento, asegurándote de que el niño esté seguro. No se trata de un tiempo fuera de castigo para el niño sino de un tiempo fuera para que el adulto respire y coja fuerzas para no perder los nervios.
Hablarles con clama, explicarles lo que les ocurre, aunque parezca que no escuchen o no entiendan, es importante para que ellos se sientan escuchados y comprendidos. Frases del tipo: “Yo sé que tú quieres….pero no te lo puedo permitir porque….” son muy útiles en estos casos. No evitarán el enfado, pero ayudan a que el niño se sienta comprendido y al adulto a tener una especie de “mantea” para repetir con calma y no perder los nervios.
La rabieta pasará, aunque todos sabemos que esos malos ratos pueden hacerse eternos. Es importante que el niño no se sienta abandonado, que no sienta que lo hemos dejado de querer. La frase: “quiéreme cuando menos lo merezca porque será cuando más lo necesite” tiene aquí mucho sentido.
En definitiva: los niños no quieren enfadarse, no es trago de buen gusto para ellos tampoco. No lo hacen a propósito. Comprender esto es quizás lo más difícil.
Si te ha gustado el contenido de la charla, os dejo el calendario para las charlas que hay disponibles este mes y los siguientes.
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