Hace unos años una amiga, vamos a llamarla Rosana, le tocó hacer una sustitución en un centro de salud mental. Era el primer empleo de Rosana después del PIR y estaba bastante nerviosa aunque entusiasmada.
Después de dos semanas quedamos para tomar unas cañas y me contó que había alucinado: estaba dando tres o cuatro altas al día. No altas por abandono o porque no procede tratamiento, sino altas por mejoría.
¿Cómo podía ser? ¿acaso Rosana tenía una varita mágica que los “curaba” a todos nada más entrar por la puerta? ¿o acaso era tan mala terapeuta que los pacientes decían que estaban bien sólo para no volver a verla?
No, la explicación era más sencilla. El otro psicólogo no daba altas nunca. Jamás. Simplemente les seguía dando citas. Algunos pacientes decidían dejar de acudir por su cuenta pero la mayoría se quedaba. El psicólogo era un tipo majo y era agradable ir a charlar con él. Al menos eso es lo que le decían los pacientes a Rosana cuando les preguntaba que en qué le estaba ayudando el otro psicólogo.
Las respuestas eran más o menos todas iguales:
“En realidad yo ya llevo años/meses bien, pero como el doctor me sigue dando citas, yo sigo viniendo, es agradable hablar con él.”
El resultado es que esté psicólogo siempre iba a mil por hora porque tenía una agenda apretadísima. Por no hablar de la lista de espera para la primera consulta. Gracias a Rosana y su habilidad para dar altas, esta lista de espera disminuyó considerablemente y Rosana pudo empezar a atender a algunos pacientes semanalmente.
Durante las primeras semanas de sustitución, la practicó tanto que se convirtió en una maestra de las altas. Lo cierto es que Rosana utilizó la misma técnica que utilizamos nosotras en consulta cuando vemos la necesidad de dar un alta.
Se trata de una estrategia muy sofisticada y peligrosa por lo que hay que entrenar durante meses para conseguir empezar a manejarla. Si no se utiliza con precaución, puede tener consecuencias desastrosas para los pacientes. Por lo tanto, mucho ojo con ella.*
Esta gran estrategia sirve para dar altas y que la persona que acude a consulta se vaya con la sensación de que la cosa marcha bien, y sabiendo lo que tiene que hacer para continuar así. Consta de tres pasos.
Paso 1
Preguntar ¿Crees que has conseguido los objetivos que te proponías al venir aquí? Si responde que sí, pasamos al paso 2.
Paso 2
Preguntar ¿Qué crees que tienes que hacer para continuar así?
Paso 3
Preguntar ¿Crees que con esto ya es suficiente? Si responde que sí, añadir ¿te podemos ayudar en algo más? Si responde que no, entonces nos despedimos y ¡Tachán! Un alta.
Complicado ¿verdad?
Yo no sé qué le impedía al otro psicólogo dar de alta a la gente. Igual no conocía esta técnica o tal vez tenía algunos de los mitos pro-psicólogos más famosos:
- Siempre hay algo que trabajar.
- Nunca es malo ir al psicólogo.
- Yo me encuentro bien pero seguro que no es real, todavía tendría que profundizar más.
Estos mitos impiden que veamos al paciente bien, y que nunca le demos el alta. Si esto va unido a que el paciente comparte algún mito de estos, ya tenemos una relación terapéutica que puede llegar a celebrar unas bodas de oro.
Ahora que lo pienso, yo veo muy claramente que las frases anteriores son mitos y no verdades pero tal vez no todo el mundo lo vea de la misma manera. Como este post se me ha quedado ya largo, voy a posponer el desmontaje de estos mitos para el próximo post.
*Por si no se ha entendido, este párrafo es irónico. Homenaje a ciertos cursos sobre ciertas técnicas a los que he asistido alguna vez.
0 comentarios