Cómo tratar las rabietas infantiles: nuestro enfoque

Psicopatología

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Rabietas Infantiles

La queja mayoritaria de los padres que acuden a nuestra consulta de psicología en A Coruña es sobre las rabietas de sus hijos:

“Se vuelve insoportable.”

“No sabemos qué hacer cuando está así.”

“Intentamos razonar con él pero nada, no hay manera.”

Son las quejas y preocupaciones de muchos padres que ven cómo sus hijos gritan, patalean, lloran, insultan y pegan sin un motivo aparente, o con un motivo que, en principio, no justifica semejante reacción.

Explorar el problema

Siempre me ha parecido muy delicado el trabajo con menores, hay muchas personas implicadas ya que no sólo están los padres. A veces abuelos, profesores, tíos y demás se involucran en solucionar el problema e intentan aconsejar a los padres con respuestas contradictorias que hacen que los confundan más.

Por eso, nos gusta preguntar mucho por lo que ocurre en casa, por las excepciones, por los momentos buenos y, sobre todo, por la teoría que tienen los padres acerca de lo que le ocurre a su hijo. También preguntamos qué es lo que hacen los adultos cuando el menor tiene una rabieta, para hacernos una idea de las soluciones intentadas y en qué caso consideran que tienen éxito y en cuáles no.

Preguntar por lo que hacen los adultos nos ayuda además a cambiar el foco del niño a los padres, ya que serán ellos la mayoría de las veces los que van a tener que cambiar su comportamiento si quieren solucionar el problema.

La terapia breve no distingue tanto entre exploración e intervención porque desde la misma exploración del problema ya vamos guiando a los padres en las posibles soluciones.

Por otro lado, los niños no han elegido acudir a consulta. De hecho, si son muy pequeños, preferimos que la primera vez acudan solo los padres. De esta forma podemos hablar con tranquilidad de todas las preocupaciones y le ahorramos al menor una hora de quejas sobre él.

La intervención

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Intervención familiar

Unos padres que acuden a consulta porque no pueden con su hijo se suelen sentir incompetentes en sus funciones, cosa que no suele ser verdad. Por eso siempre elogiamos y señalamos la parte positiva de su crianza.

No se trata de un refuerzo positivo estilo “lo estáis haciendo bien” sino que es un elogio genuino a algo concreto que hacen. El “muy bien” suena falso, igual que cuando se lo decimos a los niños para reforzar su conducta. Es un elogio falso que se huele a la legua y no es útil.

A partir de aquí, la intervención varía mucho en función de cada caso:

  • Edad del niño.
  • Si el problema sólo está en casa o en más sitios
  • Si hay acuerdo entre los padres
  • Si hay más adultos interviniendo, etc.

Sin embargo, hay un patrón general en la respuesta de los padres: o bien responden a la rabieta mediante el enfado y el castigo o bien ignorándola (que es una forma de castigo al fin y al cabo).

En ambos casos, nos movemos en el plano de una escalada simétrica donde además tenemos a un menor con las emociones desbordadas. Por esto, si pudiéramos esquematizar de alguna manera lo que hacemos en líneas generales sería algo así:

  1. El elogio, del que ya hemos hablado antes.
  2. Explicar lo que le ocurre al niño como una expresión de emociones sana pero que se le va de las manos.
  3. La rabieta es una buena oportunidad para enseñarle a los niños a comprender mejor sus propias emociones.
  4. Es misión de los padres ayudarles en esta tarea. Para ello, tienen que ver la rabieta como un enfado muy grande pero legítimo.
  5. Pedirle a los padres que no castiguen ni se enfaden sino que acompañen a su hijo mientras repiten lo que le está ocurriendo (“estás enfadado por…).
  6. Si el menor pega no permitírselo pero sin enfadarse.

Así sería una intervención estándar que luego hay que matizar con ejemplos, o con variaciones pequeñas en función de cada caso. La idea consiste en romper la dinámica de si uno grita, el otro grita más que no les estaba conduciendo a nada de una forma en la que todos los miembros de la familia se sientan respetados.

Por eso nunca aconsejamos ignorar el llanto de niños pequeños, porque entendemos que es una forma de castigo que no respeta al menor y que no le ayuda a gestionar sus emociones de forma diferente.

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