Nueva Psicopatología: Fobia a sufrir

Psicopatología

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Esta semana nos apetecía ya volver a hablar sobre un trastorno nuevo, de esos que nos inventamos nosotras.

Un campesino de una pequeña aldea del Norte vivía una vida tranquila y sin complicaciones: se levantaba, desayunaba y se iba a trabajar al campo. Al atardecer regresaba a casa, se aseaba, cenaba y se metía en la cama hasta la mañana siguiente.

Una noche, el campesino soñó que la muerte iba a ir a buscarlo al cabo de dos días. Se despertó sobresaltado y muerto de miedo. Sintió que el sueño era algo más que un sueño, una premonición y se lo creyó: en dos días la muerte iría a buscarlo a su casa.

Presa del pánico decidió huir. Cogió una pequeña maleta con sus pertenencias más queridas y comenzó a andar. Tanto, que al cabo de dos días ya había recorrido más de 60 kilómetros: su casa quedaba ya muy lejos y la muerte no podría encontrarle.

Al estar tan lejos de casa, se tranquilizó un poco y decidió descansar bajo un árbol. Bebió un poco de agua y se echó a dormir.

Cuando despertó, se encontró con una figura sentada a su lado: era la muerte.

¡Qué raro!-dijo la muerte-En teoría tenía que ir a buscarte a tu casa pero resulta que te encuentro aquí. Me has ahorrado un largo viaje.

Fobia a sufrir: la nueva epidemia del siglo XXI

Este cuento antiguo ilustra a la perfección la nueva enfermedad de hoy: la fobia a sufrir. Más que una enfermedad, casi podemos hablar de epidemia por la cantidad de casos que empezamos a ver en nuestra sociedad.

Porque admitámoslo, es algo generalizado: ya no se permite a uno estar triste, enseguida se le cataloga de deprimido. Ni tampoco ser nervioso sino ansioso. Toda emoción que produzca cierto malestar tiene su propio nombre en versión enfermedad (y por supuesto, su correspondiente pastilla).

Así que es comprensible que cada vez haya más gente con esta fobia a sufrir, porque sufrir significa estar enfermo y a nadie le gusta estar enfermo ¿verdad?

Las personas con fobia a sufrir temen tanto pasarlo mal que emprenden una huida hacia delante que, como al protagonista de la historia, les conduce directamente a las fauces del sufrimiento.

Las vías de huida pueden ser varias, cada persona encuentra la suya pero todas conducen al mismo final: el sufrimiento.

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Porque la fobia a sufrir no es como una fobia cualquiera. Si por ejemplo, alguien le tiene pánico a los perros, podrá encerrarse en casa para no ver ninguno. Que no es una solución sana, es cierto, pero al menos evitan ver perros.

Sin embargo, para el sufrimiento no hay huida posible. Algunos dirán que con medicación se puede conseguir pero no es más que un espejismo, una anestesia artificial que termina por provocar otro tipo de sufrimiento diferente.

Lo bueno de esto es que las personas aquejadas de esta enfermedad no les va a quedar otra que curarse.

¿Y cómo se hace eso? En realidad, las fobias, sean del tipo que sean, se superan todas de la misma manera: enfrentándose a ellas. Lo malo es que a ningún paciente con fobia le gusta oír eso: saber que para curarse van a tener que pasarlo mal.

Imagínate a una persona con fobia a sufrir, esto es doblemente doloroso. Van a tener que enfrentarse al sufrimiento para poder lograr enfrentarse al sufrimiento. Es duro ¿verdad?

Bueno, no decimos que sea fácil pero sí que no es imposible y cuando tenemos a un paciente delante con estas características intentamos que sufra dentro de sus posibilidades para que vaya poco a poco tomando conciencia de que su problema es el mismo que tuvo el campesino del cuento: que tenía tanto miedo a la muerte que acabó topándose con ella.

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