Infidelidades: No sólo una cuestión de pareja

Psicopatología

Cuando hablamos de infidelidad siempre nos viene a la mente una relación sentimental en la que aparece un tercero. Pero aunque este término lo tengamos restringido al ámbito de la pareja, en realidad es un concepto mucho más amplio.

Podemos ser infieles a muchas personas, incluidos a nosotros mismos:

 

  • El hijo puede traicionar a sus padres mintiendo acerca de sus estudios.
  • La hermana puede traicionar a su hermano negándose a ayudar a cuidar de su padre.
  • Una persona puede traicionarse a sí misma escogiendo un trabajo que no le motiva.
  • Etc.

La traición es la falta que se comete quebrantando la fidelidad o lealtad que se debe guardar o tener. Como comentaba en este post, las personas necesitamos caminar sobre una red de seguridad y la traición es una de las maneras más rápidas de dañar esa red.

Sentirse engañados, traicionados, es uno de los motivos por los cuales la gente acude con frecuencia a nuestra consulta. Sin embargo, la traición no sólo genera malestar en la persona que la sufre sino también en aquella que la ha cometido. No es inusual que víctima y verdugo vengan de la mano para eliminar, o por lo menos mitigar, esos sentimientos negativos.

La culpa y la vergüenza son los sentimientos desagradables que se generan en la persona que ha sido infiel mientras que el rencor y la desconfianza son los propios de aquellos que han sido víctimas de la traición. Si en las dos personas se dan estos sentimientos complementarios, está claro que ha habido una traición y debemos trabajar sobre ello.

¿Pero qué pasa cuando el traidor no se siente como tal o el traicionado no siente rencor ni desconfianza hacia la persona que le ha sido infiel?

En el primer caso nos podemos encontrar con una persona que se siente traicionada por otra que está convencida de no haber hecho nada malo. ¿Cómo poner de acuerdo dos puntos de vista tan diferentes?

Hablar sobre las emociones de cada uno y validarlas como una vivencia personal es una forma de conseguir pasar de una relación basada en el ataque y la defensa a otra basada en el entendimiento mutuo. Si conseguimos que entiendan y acepten los sentimientos del otro ya tenemos media terapia ganada.

El segundo caso es algo más infrecuente pero no por ello deja de ser importante que lo tengamos en cuenta. Se puede dar la situación siguiente: Una persona siente una y otra vez que está traicionando a otra pero la otra no parece sentir desconfianza ni rencor.

Es la típica situación de “lo siento” seguida de un “no te preocupes.”

Ante situaciones así, deberíamos pensar en tres posibilidades:

  • La víctima está reprimiendo el enfado porque teme lo que pueda pasar si se enfada (por ejemplo, que la otra persona deje de hablarle).
  • La víctima no tiene un vínculo emocional fuerte con el verdugo, éste no forma parte de su red de seguridad y por lo tanto no le duele lo que haga.
  • La víctima ya se está “vengando” de alguna forma que desconocemos.

Es importante aclarar en cuál de las tres situaciones se encuentra la relación porque el enfoque del terapeuta será diferente según el caso.

Para terminar, quería comentar que una forma especial de traición es la traición hacia uno mismo: el rencor y la culpa se dan de manera simultánea en una misma persona. En estos casos el reto es aún mayor porque víctima y verdugo no se pueden separar.

Una estrategia que nos funciona en estos casos es la de la externalización: mediante una metáfora, poner fuera de sí mismo lo malo para poder separar los sentimientos.

En definitiva, como ya comenté al principio, la infidelidad no es sólo una cuestión de pareja sino que se puede dar en todo tipo de relaciones entre personas. Por eso es importante explorar los sentimientos que genera una traición para saber si estamos ante uno de estos casos. No tenerlos en cuenta puede ser uno de los motivos del fracaso terapéutico.

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