Ya ha pasado casi un mes desde que Ben Furman vino a Santiago a explicarnos su forma de trabajar con niños: terapia centrada en soluciones pura y dura.
Aunque hay cosas que ya sabes, siempre es genial que te las recuerden de vez en cuando, y sobre todo si lo hace de una manera tan amena como lo hizo él.
Además de agradecer a la ATFMG por traernos a esta figura (¡seguid así!) quería aprovechar este espacio para contaros lo que aprendí durante ese día, o por lo menos para hacer un resumen de lo que a mí me pareció más interesante.
Seguro que se me quedan cosas en el tintero, pero esto es un blog y no una revista científica así que allá van.
1. La terapia, si es divertida, mejor.
Cuando se trata de terapia con niños, si no hay algo de juego de por medio, es que algo estamos haciendo mal. Para los niños, el juego es la herramienta más poderosa que tienen para resolver sus problemas. Nuestro deber es dominarla también, entrar en su mundo y así poder encontrar juntos una solución.
2. Si una persona está contenta, piensa mejor en soluciones.
No sé qué le pasa a nuestro cerebro que cuando estamos enfadados o tristes, no somos capaces de ponernos creativos, en modo “soluciones”. Por eso, si conseguimos que durante la sesión de terapia, las personas que acuden a consulta se pongan contentas, habremos abierto una puerta para que las soluciones creativas y eficaces salgan a la luz.
3. A los niños no les gusta hablar de problemas pero sí de habilidades.
Por eso hay que cambiar el chip y pensar que todo problema requiere de una habilidad que el niño tiene que aprender para poder solucionarlo. Por ejemplo, en vez de preguntarle “¿por qué te muerdes las uñas?” se podría plantear “¿te gustaría aprender a dejarte las uñas largas?”
4. Las personas (y en especial los niños) tenemos una capacidad sorprendente de solución de problemas.
Subestimamos a los niños, un niño motivado es casi imparable. Si conseguimos motivar al niño para que aprenda determinada habilidad, lo más seguro es que lo consiga. Desde montar en bicicleta hasta aprender a hacer derivadas, si un niño dice que puede hacerlo y cuenta con gente que le ayude, será capaz.
5. Nuestro trabajo consiste en conseguir que los pacientes “se muden” del país de los problemas al país de las soluciones.
Aquí está el quid de la cuestión, la dificultad de la terapia. A veces esta mudanza irá fácil pero otras veces tendremos la sensación de que los estamos llevando a rastras. Es complicado cambiarse de país, da miedo, lo entiendo. Para eso estamos ahí, para acompañarlos y que lo pasen lo mejor posible.
Con los niños esto es mas sencillo, están programados para pensar de esta manera (en soluciones o habilidades más que en problemas) pero con los adultos ya es otra historia. Me pregunto en qué punto del desarrollo humano, pasamos de un tipo de pensamiento al otro.
A modo de conclusión, me gustará decir que nuestro trabajo es muy bonito, pero también puede quemar mucho. Por eso acudir a eventos como estos nos ayudan a quitarnos un poco las cenizas y devolvernos la ilusión por la terapia y que, si no encontramos solución a un caso, habrá que seguir buscando.
Hasta aquí, como veis breve a más no poder. Si os apetece profundizar en este tipo de enfoque, estáis de suerte porque se acaba de publicar el nuevo libro de Ben Furman en la editorial Herder.
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