Hace un par de meses volví a quedar con unas amigas mías del colegio. A pesar de vivir relativamente cerca hacía más de un año que no nos veíamos pero con la excusa de un cumpleaños, quedamos para tomar algo.
Cuando les dije que llevaba ya varios años dedicándome a la terapia de pareja, se miraron y me dijeron: “no te pega nada (…) en realidad, tampoco te vemos como psicóloga.” Lejos de enfadarme les contesté que lo que ocurre es que disimulo muy bien, igual que Superman.
Fíjate si hago bien lo de disimular, que nadie nunca me dijo cosas como: “díselo tú, que eres psicóloga” o “tú que eres psicóloga, a ver si sabes qué me pasa” o “anoche tuve un sueño, ¿me dices lo que significa?.” Nadie. Jamás.
Cuando me pongo el disfraz y trabajo de psicóloga me gusta, es un trabajo bonito y también es agotador. Utilizo mis súperpoderes atencionales y de decisión para hacer el bien. Me fijo en detalles que otros pasarían por alto y puedo decidir en segundos qué decir y cómo decirlo para que le resulte útil a la otra persona.
Porque al fin y al cabo, eso es lo que hacemos las psicólogas: prestar mucha atención a los detalles y decir cosas que a la otra persona no se le hubiera ocurrido.
Lo bueno de estos súperpoderes es que se pueden aprender, no hay que ser de otro planeta para tenerlos como le pasó a Superman.
Un primer paso para dominar estos súperpoderes es saber a qué tenemos que prestar atención en una consulta. Con qué partes del discurso del paciente nos tenemos que quedar y cuáles podemos ignorar porque no nos serán útiles. Una de las cuestiones más importantes a la que prestamos especial atención son las excepciones: dedicamos mucho tiempo a preguntar por aquellos momentos en los que el problema que les trae a consulta no ocurre. Por ejemplo, los momentos buenos de una pareja que discute mucho, lo que un hijo adolescente hace bien a ojos de sus padres, el mejor momento del día para una persona que se encuentra deprimida, etc.
Las excepciones son nuestra arma secreta para conseguir que los pacientes mejoren rápidamente. Por eso ponemos todos nuestros recursos y súperpoderes para conseguirlos. La idea es que, si hay una excepción al problema, ésta se puede convertir en la norma y el problema pasar a ser la excepción.
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Un saludo,
Cristina
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