La Nueva Psicopatología (VII): “El no me apetece”

Psicopatología

 

Enero y septiembre son dos meses en los que parece que hay ganas a raudales: ganas de adelgazar, ganas de coleccionar sellos, ganas de llevar el estudio al día, ganas de dejar de fumar, de comer más sano y de hacer más deporte. Hay ganas para dar y tomar.

¿Qué pasa el resto de los meses entonces? Es como si las ganas se evaporasen como por arte de magia y algunas personas comienzan a estar “faltos de ganas”.

Sí, habéis acertado, estamos ante un nuevo diagnóstico de nuestra psicopatología particular, en la que cada enfermedad tiene solución y no se queda en la simple lista de síntomas.

La enfermedad del “no me apetece”

¿Conocéis a algún niño menor de cuatro años que esté sin hacer nada (y despierto) más de cinco minutos? No ¿verdad? Es como si no pudieran parar de jugar, de aprender, de hablar, de leer, de limpiar… ¡tienen tantas cosas que hacer y sólo 24 horas al día para ello! La frase “no me apetece, no tengo ganas” no está en su vocabulario.El ser humano es curioso y activo por naturaleza, es la sociedad la que lo vuelve perezoso. Pero que esta afirmación no sirva de excusa para dejar de intentar solucionar el problema, que sociedad somos todos.

Las ganas no vienen del cielo como parece que ocurre en enero y septiembre. Lo que pasa esos meses no son ganas, es una euforia colectiva que lleva a engaño. Por las ganas no nacen, se hacen y además poco a poco.

Una persona afectada por el síndrome del “no me apetece” nunca tiene ganas de hacer nada y, si no tiene ninguna obligación externa que lo empuje a activarse, cada vez hará menos cosas y cada vez tendrá menos ganas. Para rematar, el que no hace nada, acaba triste, de mal humor y con la sensación de ser un inútil.

 Los enfermos del “no me apetece” están metidos en un círculo vicioso: cuanto menos cosas hacen, menos ganas tienen de hacer cosas y más tristes y alicaídos se encuentran y ese estado hace que no “le entren ganas” de hacer nada.

Trágico ¿verdad?

Pues sí, es complicado salir de ese círculo, pero no imposible. Como decimos, nuestras patologías tienen la ventaja que se “curan”. Otra cuestión es que “la medicina” cueste tomarla, sobre todo en este caso.

Habría dos formas de salir de ese círculo: una esperar a que le venga a uno las ganas de hacer algo mediante la gracia divina (que puede ocurrir , pero yo no apostaría mis ahorros en esto), o, comenzar a hacer cosas sin ganas, como si fueran obligaciones.

La clave está en comenzar por actividades con las que se recuerde que uno se lo pasaba bien. “Si a mí antes me encantaba bailar/salir con amigas/ir al gimnasio, etc…” Estas son las cosas por las que hay que empezar.

Las ganas no nacen, se hacen

Se trata de pasar de un círculo vicioso a un círculo virtuoso en el que uno cada vez hace más cosas y más ganas tiene de hacer y mejor se siente uno (más hábil, más capaz, más competente)…el círculo en el que están metidos todos los niños y algunos adultos afortunados.Así escrito parece sencillo y parece que banalizamos pero no es así. No lo es en absoluto. Como dije antes, la solución parece sencilla, pero es una medicina que cuesta tomar, porque va en contra de las ganas de uno mismo.

Pero repito: las ganas no nacen, se hacen.  La falta de ganas, cuando dura más de un mes, no se cura con esperar a encontrarse mejor sino con la acción, con comenzar a hacer aquello que nos gusta hacer cuando estamos bien, aunque no lo estemos.

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