Antes de empezar, quiero aclarar una cosa: no me gusta nada el título del post. “Pacientes que no hacen las tareas” me suena a que no han hecho los deberes, es un lenguaje más propio de un colegio tradicional que de un despacho de psicología. Me da la impresión que infantilizamos al paciente y que le quitamos su derecho a decidir sobre su vida.
Da la impresión de que si no hace lo que le decimos, es que es resistente al tratamiento, o que no sabe qué es lo que le conviene.
Esto no es así en absoluto, el mayor experto en el paciente es el propio paciente. Nosotros, como profesionales, podemos sugerir ciertos cambios en su vida pero será la persona que acuda a consulta la que tenga la última palabra.
Así que nosotras siempre decimos que hacemos sugerencias y que la persona es libre de aceptarlas o no.
Pero esto no quita que tengamos cierto miedo, sobre todo al principio, de si le habrá funcionado o no lo que le hemos sugerido. En una sesión de seguimiento (ya sea la segunda, la tercera, la cuarta, etc.) pueden ocurrir varias cosas:
- Que la persona haya hecho la tarea.
- Que la persona haya hecho una versión propia de la tarea.
- Que la persona no haya hecho nada.
- Que la persona haya hecho justo lo contario de lo que le pedimos.
Esto en cuanto a la tarea, luego hay una segunda variable: la de la mejoría. La persona pudo haber mejorado mucho, un poco, nada o incluso haber empeorado.
Ojo, esta mejoría es una variable independiente de la tarea. Es decir, puede no haber hecho lo que le sugerimos y haber mejorado o por el contrario pudo hacernos caso y haber empeorado.
Como ves, hay muchos escenarios posibles si combinamos todas las variables y en función de cada caso, habría que proceder de una manera u otra. Eso sí, hay una serie de actitudes que jamás ponemos en práctica, o si lo hacemos, será como una excepción que obedece a una estrategia muy meditada con anterioridad.
No sermoneamos al paciente.
Como dije al principio, nuestra consulta no es un colegio donde nosotras somos las profesoras y tenemos que regañar a los alumnos porque no han traído los deberes hechos.
Si queremos que las personas se hagan responsables de su vida y que se sientan competentes y autónomas, tenemos que empezar a tratarlas como tales desde el principio.
No nos enfadamos con el paciente.
Si una persona no pone en práctica nuestra sugerencia, sus razones tendrá y entendemos que en todo caso, la responsabilidad es nuestra.
Es decir, si creemos que hay algo que si lo hace, la persona va a mejorar pero no conseguimos que lo haga, la “culpa” es nuestra. Quizás no nos explicamos bien o no fuimos lo suficientemente convincentes o, incluso, estemos equivocadas y tengamos que cambiar de estrategia.
Así que en última instancia, con quien deberíamos enfadarnos es con nosotras mismas por no hacer bien nuestro trabajo (en realidad tampoco nos enfadamos mucho, pero sí intentamos cambiar de estrategia si detectamos que la cosa no funciona).
No lo ignoramos.
No pasamos por alto el hecho de que la persona no haya hecho lo que le indicamos. Como dije antes, miramos las dos variables importantes en una sesión de seguimiento: la mejoría y el cumplimiento de la tarea. Si ignorásemos la segunda variable, nos estaríamos equivocando.
El que una persona no haga lo que le sugerimos en la sesión anterior, o que lo haga de manera modificada o que incluso haga lo contrario, nos aporta mucha información acerca de cómo ayudarla para que mejore.
En definitiva, si planteamos bien la tarea, y luego en el seguimiento vemos que no la han seguido, no quiere decir que la terapia no esté funcionando. Sólo que hay que abordar el problema desde una perspectiva diferente.
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