Terminas una formación (PIR, máster, etc) y te sientes suficientemente preparado para atender pacientes por tu cuenta. Tienes un buen mapa mental de tu terapia, aclaras las marcas de contexto y los pacientes comienzan a llegar.
Al principio todo es genial, ayudas a las personas que acuden a tu consulta con las técnicas que has aprendido. Tu mapa fluye como un río y cada vez te sientes más cómodo con él. Tanto que hasta te olvidas que es un mapa.
Pero no importa, porque sigues consiguiendo altas.
Hasta que un día, te llega un paciente que te pide algo que no encaja con lo que tienes en la cabeza. Es más, quiere conseguir un objetivo que tú sabes que no vale para nada, que con eso no va a mejorar.
Tu mapa te dice que no va a mejorar, que tiene que seguir otra ruta para alcanzar su objetivo. Tratas de convencerlo de esto.
Error.
El paciente no acude más a consulta. No eras lo que estaba buscando.
Te olvidaste de algo fundamental: que tu mapa es eso, sólo un mapa. Es más, te olvidaste que los mapas no son exclusivos de los psicólogos sino que todas las personas se manejan por la vida con mapas, que todos tienen alguna teoría o explicación de por qué le ocurre lo que le ocurre y que tendría que pasar para solucionarlo.
Te olvidaste que aceptar al paciente significa a veces que hay que aceptar su mapa también. Que no vale con mostrarle el tuyo sino que tienes que buscar el camino donde confluyan ambos para que podáis caminar uno al lado del otro.Te olvidaste que hablar el lenguaje del paciente no es cambiar su lenguaje para adecuarlo al tuyo sino al revés: cambiar el tuyo para adaptarse al otro, al que tienes enfrente y quieres ayudar.
No se trata que tengas en tu cabeza el mapa del psicoanálisis, el humanista, el cognitivo-conductual y el sistémico. Esto sería inviable y un absurdo. Se trata sin embargo que tu mapa sea lo suficientemente rico como para aceptar desvíos, atajos y puentes en el camino.
No se trata que olvides tu mapa y te fusiones con el del paciente ni tampoco que luches contra la visión que tiene de su problema (al menos no desde un principio). Se trata de buscar el punto de encuentro en el que los dos os sintáis cómodos.
Qué difícil es esto ¿verdad?
Es difícil porque implica admitir que no tenemos la verdad absoluta, solo una visión, una opinión más o menos útil acerca del porqué de las cosas. Pero no debes olvidar que el mapa más importante de la consulta es el que tiene el paciente. La mayoría de las veces se parecerá al tuyo pero cuando no es así, eres tú, como terapeuta el que debe cambiar.
Todo lo que escuchamos es una opinión, no un hecho. Todo lo que vemos es una perspectiva, no la realidad (Marco Aurelio)
El verdadero experto en el problema es el paciente, no el psicólogo. Que para eso lleva más tiempo viviendo con el síntoma.
Personalmente, me encantan que vengan pacientes así, evitan que me olvide que lo que tengo en la cabeza es solo un mapa. Me recuerda que hay muchos caminos para llegar a Roma.
Suponen un esfuerzo extra, pero vale la pena.
¿Sabéis de lo que estoy hablando? ¿os ha pasado alguna vez? ¿cómo hicisteis?
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