La autoestima es la reputación que adquirimos de nosotros mismos
Nataniel Branden
A los que trabajáis en esto de la psicología os sonará eso de “tengo poca autoestima”, ” quiero mejorar mi autoestima” o “tiene un problema de autoestima”. A mi, personalmente, es un concepto que no me gusta. Tampoco me resulta útil como punto de partida para ayudar a alguien.
Es más, diría que es un concepto paradójico en si mismo. Yo prefiero llamarle ” heteroestima” y ahora explico el por qué.
Desde bien pequeños, la imagen que tenemos de nosotros mismos, de lo que hacemos bien y de nuestras torpezas, viene determinada por lo que los otros nos devuelven. En consulta, vemos a menudo a padres que nos dicen que sus hijos tienen problemas de autoestima y que cuando hablan de ellos nos dicen que son vagos, mentirosos, tontos…
Uno se siente como los demás le ven, como una especie de espejo. Y volvemos una vez más a la profecía autocumplida: si mis padres, mi pareja o mis amigos me devuelven una imagen positiva, me sentiré bien conmigo misma y pensaré que sé hacer muchas cosas bien, por lo que me atreveré a hacerlas, sintiéndome confiada y, por tanto, es probable que el resultado sea bueno, lo cual me reafirmará en mi idea de que puedo hacerlo. Entonces valgo. Si, por el contrario, los demás me devuelven una imagen de mi misma como incapaz, perezosa o torpe, evitaré hacer cualquier cosa que deje en evidencia mis incapacidades o bien, si opto por hacerlas (y si además es porque me obligan) la idea del más que probable fracaso se adueñará de mi y será muy difícil que lo haga bien, reafirmándome en mi torpeza. No valgo.
A veces, la transmisión de una imagen negativa de uno mismo es muy sutil, e incluso puede partir de la mejor de las intenciones. Hace unos días hablábamos
en este blog de las consecuencias que
un modelo hiperprotector de crianza podía tener en los hijos: la obcecación de los padres por proteger a sus hijos de cualquier adversidad, adelantándose y resolviendo cualquier problema antes incluso de que ocurra, transmite a los hijos la perversa idea de que son incapaces para resolver adecuadamente sus propios problemas. Con las consecuencias que eso conlleva. Entre ellas, la mal llamada “baja autoestima”.
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