Qué NO es una terapia de pareja

Cuestiones prácticas, Terapia de pareja

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Si la semana pasada os contábamos en qué consistía una terapia de pareja, esta semana os vamos a contar que NO es una terapia de pareja. O al menos lo que nosotras consideramos que no debería ocurrir nunca en consulta.

La verdad es que las películas y las series han hecho un flaco favor a las terapias de pareja. Cuando veo en una película que los protagonistas acuden a un profesional para intentar salvar su matrimonio, ya sé lo que va a suceder: después de conversaciones pseudoprofundas y dolorosas sobre los sentimientos de cada uno, se da por parte de uno de los personajes una especie de “catarsis” en la que se da cuenta que nada de lo que están haciendo en terapia tiene sentido y que lo mejor es dejarlo. O también puede suceder que el/la psicóloga/o de turno diga que la cosa va mejor y en la escena siguiente la mujer se suicida matando al marido antes. Imaginación al poder.

Sí, en las películas casi todas las terapias de pareja terminan en divorcio (o en algo peor), y con un gran sufrimiento por ambas partes. Por eso, entiendo el temor y el miedo que tiene la gente de exponerse a una terapia de pareja, no sea que terminemos llorando y/o a gritos en la consulta.

Bueno, lo cierto es que una terapia de pareja no es nada espectacular, ni tanto ni tan calvo como en las películas. Es cierto que puede haber lloros pero también hay risas y conversaciones que van más allá de lo que siente cada uno. Se puede hablar desde la necesidad de una parte de tener hijos hasta intentar resolver el tema de quién-saca-la-basura.

Hay muchos temas que tienen cabida, todos los que los miembros de la pareja quieran traer a consulta. Ahora bien, hay tres cosas que jamás hacemos. Nos negamos porque entendemos que es perjudicial para el futuro de la pareja y que no ayuda en nada al tratamiento.

Que NO hacemos en terapia de pareja

1 Juzgar ni tomar partido por uno de los miembros. No estamos aquí para dictar sentencia y declarar culpables e inocentes sino para ayudar a que ambos estén mejor. Para que la cosa funciones, todos nos tenemos que sentir cómodos y seguros dentro de la consulta.

2. Luchar contra viento y marea para que la pareja no se rompa. El fin de una terapia de pareja no es que la pareja continúe unida sino que ambos miembros se encuentren mejor. Si durante el proceso se dan cuenta de que la única manera de mejorar es separarse, entonces les ayudaremos a que esta separación sea lo menos dolorosa posible. Para nosotras, una terapia de pareja ha fracasado cuando ninguno de los dos miembros ha mejorado en nada.

3. Hablar de lo que no se quiere hablar. Al contrario de lo que se suele decir, no es necesario hablarlo todo para que una pareja funcione. Una de las normas que explicamos al principio de la primera sesión es que no es obligatorio contar nada que no quieran contar. No queremos que la gente se vaya de nuestra consulta con la sensación de que han hablado de más. Por eso si hay algo de lo que no se quiere hablar, no pasa nada.

Así que si estás yendo a algún terapeuta de pareja y sientes que de manera sistemática te está juzgando y te está obligando  a hablar de lo que no quieres, o que está insistiendo en que tenéis que aguantar unidos por el bien de la familia, piensa que no estás en una terapia de pareja sino en otra cosa bien distinta.

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