Cuando una pareja acude a terapia, la mayoría de las veces es porque quieren intentar continuar juntos. Al menos, ésta es la idea que tiene la mayoría de la gente de lo que es una terapia de pareja.
Sin embargo, en ocasiones la ruptura es inevitable y no significa que la terapia haya fracasado (ni la pareja tampoco, por supuesto).
Aunque la tradición popular nos sugiere que una ruptura es un fracaso, en realidad puede ser todo lo contrario. Puede ser la tabla de salvación para todos y la salida más sana posible.
El trabajo del psicólogo durante una terapia jamás deberá ser el decidir si una pareja debe seguir junta o no. Esto sólo es competencia de los miembros de la misma. Sin embargo, en algún momento sí puede plantearles que respondan a la pregunta de por qué siguen juntos. Es decir, por qué quieren intentar arreglar las cosas.
En líneas generales, cuando una pareja tiene problemas, puede optar por tres caminos:
Seguir tal y como están
Es la opción más sencilla porque nadie tiene que hacer nada diferente, no hay cambios. Eso sí, puede ser la que genere más sufrimiento.
Separarse
Implica adaptarse a una nueva situación, llegar a acuerdos e intentar que ninguno sufra más de lo necesario. En este punto un terapeuta o un mediador pueden ayudar a llevar a cabo el proceso y que las medidas y acuerdos a los que lleguen sean lo más satisfactorios posibles para ambas partes.
Intentar arreglar la situación
Para ello lo ideal es pedir ayuda cuando la pareja está estancada entre el punto 1 y 2. Es decir, sólo ven dos opciones: o seguir como están o separarse.
Esta tercera vía implica que ambos tendrán que hacer gestos de buena voluntad hacia el otro, como señal de que efectivamente quieren cambiar la relación. Todo cambio implica un esfuerzo y ahí es donde entra en juego la terapia: conseguir los mayores beneficios sugiriendo los cambios apropiados.
Como ves, ninguna de las tres opciones es mejor que las otras, todas son perfectamente legítimas y es la pareja la que debe decidir qué camino seguir. Evidentemente, basta con que uno de los dos decida separarse para que se tome el camino número dos.
¿Qué pasa si decidimos la tercera vía?
Si decidís entre los dos que queréis intentar seguir juntos, podéis pedir ayuda a un profesional. Buscad un terapeuta que os despierte confianza y con el que os encontréis cómodos. Cada terapia puede ser diferente y hay terapeutas que prefieren entrevistas por separado antes de comenzar, otros jamás os verán de manera individual, etc.
Nosotras siempre optamos por la flexibilidad. En la primera entrevista sí queremos que acudáis los dos pero luego dependiendo del caso, decidimos lo que es mejor para la pareja.
Saber si una terapia funciona o no es complejo, el criterio debe ser vuestro: si creéis que os ayuda en algo y que no salís peor de lo que estáis, entonces adelante, seguramente esté funcionando.
Otros criterios que os pueden indicar que funciona son:
- Que os riais durante la sesión (¿hace cuánto que no os reís juntos?).
- Que ninguno sienta que el terapeuta está de parte del otro todo el tiempo.
- Que lo que os dice el terapeuta tenga un sentido para vosotros y no os suene a teoría barata.
- Que lo que habléis en terapia tenga un efecto fuera de ella.
No se tienen por qué dar todos a la vez, a algunas personas les cuesta reírse más que a otras, y no quiere decir que la terapia no le esté ayudando.
En definitiva, una separación no tiene por qué ser un fracaso si os va a ahorrar sufrimiento innecesario.
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