Después del torbellino de los primeros 3 años de la vida de un hijo/a, la adolescencia es la siguiente etapa que más quebraderos de cabeza da a los padres. Y si no, no hay más que ir a las librerías, a la sección de “padres”: se pasa de libros del tipo “quiero intentar dormir 8 horas seguidas de una vez” al tipo “¿qué le pasa por la cabeza a los adolescentes?”.

Prácticamente no hay ningún libro sobre el niño de 6 a 11 años. Es un silencio cuanto menos curioso. Como si después de los primeros años de angustia, los padres pasásemos a una fase de relajación donde el niño “ya está criado”.

En parte puede ser cierto: ya ha dejado de ser un bebé, es más autónomo, pasa tiempo en el colegio e incluso puede que vaya a pasar unos días con los abuelos o con algún amigo.

Así que pasan unos 6 años de aparente calma chicha, hasta que, de repente y sin previo aviso, el niño se convierte en adolescente. Dependiendo de cómo sea la transición, podemos estar hablando de una transición normal o de un trastorno inventado llamado “Síndrome de adolescencia súbita”

Los criterios diagnósticos son:

A.  Un patrón de enfado/ irritabilidad, discusiones/actitud desafiante o vengativa, que se manifiesta por lo menos con cuatro síntomas de los siguientes y que se exhibe durante la interacción por lo menos con uno de los progenitores o tutores legales:

1. A menudo está susceptible o se molesta con facilidad.

2. A menudo está enfadado y resentido.

3. Discute a menudo con al menos uno de los progenitores.

4. Puede estar horas sin hablar mientras están presentes al menos uno de los progenitores.

5. A menudo entra en discusiones absurdas.

6. A menudo utiliza argumentos aparentemente lógicos pero que carecen de sentido alguno.

7. A menudo llora desconsoladamente al grito de “¡no me entendéis.”

8. A menudo realiza grandes gestos dramáticos como encerrarse en su cuarto o amenazar con irse de casa.

9. A menudo percibe sus sentimientos o pensamientos como más intensos y/o verdaderos que los de los demás.

B. El patrón de comportamiento descrito en el criterio A se restringe únicamente al ámbito familiar, manteniendo un ajuste social adecuado con iguales. En casos graves, en cambio, puede aparecer un empeoramiento del rendimiento académico.

C. Los síntomas persisten al menos durante 6 meses.

D. El menor tiene que tener como mínimo 12 años. No hay una edad máxima para este trastorno habiéndose observado casos de inicio a los 28 años o más. Sin embargo, lo más frecuente es que se produzca entre los 13 y los 16 años.

Es un trastorno cuyo inicio es brusco, nada insidioso, pasando casi prácticamente de la noche a la mañana a presentar toda la sintomatología necesaria para su diagnóstico.

A nivel epidemiológico, es un trastorno que se produce algo más en hombres que en mujeres, aunque en los últimos años se ha venido observando un aumento de la incidencia en niñas de 13 a 17 años.

Se trata de un trastorno con un marcado componente cultural, en concreto de la cultura occidental donde los límites entre la adolescencia y la edad adulta se difuminan. Existen diversos estudios que plantean que esta imprecisión en los límites puede ser una de las causas del trastorno, si bien no la única. No olvidemos que todos estos síndromes tienen siempre un origen bio-psico-social.

De momento, se desconocen las causa biológicas exactas pero todo apunta a que haya un componente genético que se active durante la adolescencia y marque una vulnerabilidad a padecer el síndrome de adolescencia súbita.