Sobre los niños y las mentiras

Psicopatología

Los niños mienten. Los adultos también mentimos. En realidad, no he conocido a nadie que no haya dicho una mentira en toda su vida. La mentira forma parte del crecimiento, de la madurez, de la capacidad de ponerse en el lugar del otro.
Hasta los 3 o 4 años los niños no saben mentir. No es que lo hagan mal y los pillemos, no, es que sencillamente la mentira requiere de unas capacidades cognitivas que los niños de esa edad no poseen. ¿Os suena la teoría de la mente? Esta teoría plantea que la capacidad del ser humano de conocer lo que saben los otros se adquiere con el aprendizaje, no es algo con lo que los bebés nazcan.
Pongo un ejemplo para aclarar esto: Imaginad que yo meto dentro de una caja de galletas danesas varios utensilios de costura. Enseño esa caja a un niño de tres años y le pregunto “¿Qué hay dentro?”. Lo más seguro es que conteste que dentro hay galletas. Entonces abro la caja, le enseño el contenido, la vuelvo a cerrar y pregunto de nuevo “¿Qué hay dentro?” Ahí si que contestará que botones y agujas. Bien, hasta aquí todo correcto pero entonces aparece  otra persona y yo le pregunto al niño ¿”Qué crees que piensa este señor de lo que hay en la caja?” El niño contestará sin dudarlo: “Agujas y botones” No es capaz de analizar que la información que él tiene no es la misma que tienen los demás. ¿Cómo van a mentir entonces? Es imposible.
“Pero mi hijo desde que ha empezado a hablar ha empezado a mentir, solo tiene 3 años y miente mucho” Algunos padres dicen esta frase y están convencidos de que sus hijos pequeños mienten. Puede que sea cierto, que algunos niños con 3 años estén cognitivamente por encima de los de su edad y sean capaces de mentir. Pero también pueden ocurrir las siguientes opciones:

  • Que estén equivocados. No es que quieran mentir, es que no saben contestar a la pregunta que les hacemos y responden lo que ellos creen que es verdad. “¿Tienes hoy que llevar la flauta al cole?” “No” Esto no es mentir, esto es equivocarse.
  • Que expresen sus propios deseos en lugar de la realidad. En el mundo de los niños la fantasía y la realidad a veces se mezcla y no saben diferenciar entre lo que quieren que ocurra y lo que ocurre de verdad. “¿Esta flauta es tuya?” “Sí, es mía porque es muy bonita”
  • Que la pregunta que les hagamos dé lugar a diferentes interpretaciones. “¿Rompiste tú el jarrón?” “No, yo no fui” (fue la pelota que yo tiré la que rompió el jarrón).
Esto en niños pequeños. Cuando un niño dice su primera mentira hay que alegrarse internamente (ya ha conseguido un gran avance cognitivo) pero de cara a la galería hay que explicarle que mentir está mal porque tiene consecuencias que nadie desea.
Los niños mienten por las mismas razones por las que los adultos lo hacemos. A saber:

  • Por imitación. Los adultos también mentimos por imitación. Imaginad un corro de gente, todos presumiendo de sus hijos, de lo bien (o mal) que comen, de lo bien (o mal) que duermen, de lo bien (o mal) que se portan. ¿De verdad que no están mintiendo ni siquiera un poquito?. 
  • Por miedo a las consecuencias. Mentimos por miedo a que nos castiguen, a que nos echen del trabajo, a que nuestra pareja nos deje. Mentir por miedo es peligroso, porque si te descubren (y casi siempre ocurre) lo que tanto temes puede suceder más rápido y con más intensidad de lo que te imaginabas.
  • Para conseguir un premio. Es parecido al anterior pero a la inversa. También se corre el peligro de no sólo quedarse sin premio sino también de obtener el efecto contrario al deseado.
  • Para llamar la atención. Este es el motivo que peor visto está para mentir. Mentir para llamar la atención es una de las cosas que los adultos más rechazamos. Aún así, hay algunos adultos y algunos niños que sienten que necesitan mentir para que se les hagan caso.
¿Cómo podemos evitar que nuestros hijos mientan? Es difícil conseguir que no mientan nunca pero sí podemos crear un clima que no favorezca las mentiras.
  • No mentir nosotros. Parece sencillo pero no lo es tanto. Hay muchas mentiras que decimos a diario de las que no somos ni conscientes. Es necesario estar atentos para detectarlas y ponerles fin.

  • Evitar la educación basada en premios y castigos. Fomentar la autonomía del niño y la autorregulación. Es decir: que no haga cosas porque vaya a recibir un castigo o un premio. Cuando ya estamos instalados en esta dinámica de premios y castigos es difícil salir de ella, pero no imposible. Serán necesarias dosis infinitas de paciencia y mucha imaginación pero todo el mundo puede cambiar, en especial los niños. Un primer paso es sustituir los castigos y premios por consecuencias naturales.

  • Hacerles caso, pero de verdad. Hace tiempo hablaba con un colega sobre la gente que miente para ingresar en el hospital. Nos dimos cuenta de que esa gente, que prefiere estar en un hospital a estar en casa necesita tanta ayuda como el que “de verdad” tiene que estar ingresado. ¿no es triste tener que llegar hasta el extremo de mentir para poder “ser visto”?

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