Como todo lo desconocido, ir al psicólogo da miedo. No sabes qué te vas a encontrar, qué preguntas te van a hacer, si saldrás de allí llorando o si te podrán ayudar a encontrar una solución a tu problema.

No tienes ni idea de qué va esto de ir a un psicólogo pero conoces a un familiar que estuvo yendo y le fue bien, o a un amigo que te lo ha recomendado o has leído varios artículos o blogs sobre psicología.

Finalmente, pese al miedo a lo desconocido, decides dar el paso. Marcas el número y pides una cita. Llega el día y vas. ¿Y luego qué?

¿Ocurre un milagro y tus problemas se solucionan de la noche a la mañana? ¿Sales de la consulta con la mente despejada, libre de síntomas y con las ideas muy claras?

Pues no. O sí, a veces pasa, pero no es lo habitual. La sensación con la que salen nuestros pacientes es la de que, pese a que no está todo solucionado, ha valido la pena acudir. No han tenido la sensación de haber perdido el tiempo. Les hemos ayudado.

¿Cómo ayuda un psicólogo?

Siempre decimos que los psicólogos tenemos muy pocas respuestas a las preguntas de la vida, al menos no tenemos más que la mayoría de la gente. No sabemos qué hacer en caso de divorcio, o en caso de que se muera un hermano, o cómo criar a un hijo para que sea feliz.

Lo que ocurre es que las revistas y demás medios de comunicación nos preguntan a nosotros por estas cuestiones y bueno, al final acabamos respondiendo algo. Pero el que respondamos de una manera más o menos coherente no quiere decir que tengamos las respuestas para todo.

¿Cuántos regalos debería tener un niño por Navidad? 

¿Cómo les decimos a los niños que nos vamos a separar?

¿Cómo le digo a mi pareja que la he engañado? ¿He de decírselo?

¿Cómo se supera un duelo?

¿Cómo se evitan los celos entre hermanos?

¿Cómo averiguar lo que uno quiere en la vida?

Etc.

Lo siento, si alguien me preguntase algo así, no tendría una respuesta universal que fuese válida para todos los casos.

Si no tenemos respuestas ¿qué tenemos?

Básicamente, una sesión de psicoterapia se compone de dos elementos:

• Preguntas
• Historias

Preguntas

Los psicólogos clínicos nos pasamos casi toda nuestra formación aprendiendo a preguntar. A realizar las preguntas adecuadas, de la manera adecuada y en el momento adecuado.

“Esto no me lo había preguntado nunca” suele ser un comentario habitual de nuestros pacientes en algún momento de la terapia.

Si no preguntásemos, estaríamos haciendo lo mismo que hace un amigo o alguien de la familia: dar consejos. Las preguntas son lo que nos diferencia de esas otras personas que forman la red de apoyo.

Por lo tanto, una sesión de psicoterapia suele comenzar con preguntas. Eso sí, como ya comentaba en otro post, los psicólogos hacemos preguntas, pero el paciente NO está obligado a contestarlas todas.

Historias

La segunda parte de una sesión de psicoterapia suele consistir en una historia, un cuento o una explicación diferente de lo que le ocurre a la persona que tenemos delante.

Los psicólogos, además de hacer preguntas, sabemos recoger todas las respuestas de los pacientes y juntarlas de tal manera que formen una nueva historia vital, una nuevo enfoque donde el problema ya no sea irresoluble sino que hay una solución.

En resumen, un psicólogo ayuda de dos maneras:

La primera es haciendo las preguntas correctas.

La segunda es contándote una historia diferente a partir de esas respuestas.

Ambos elementos son imprescindibles en una terapia. Pueden no surgir los dos en la primera sesión pero en algún momento tienen que aparecer.

Preguntar sin contar una historia sería un interrogatorio. Y contar una historia sin haber preguntado  sería dar consejos inútiles.