¿Cómo es una psicoterapia con niños?

Cuestiones prácticas, Terapia familiar

Últimamente han llamado varias familias pidiendo cita porque tenían problemas con sus hijos. Varias de ellas nos han preguntado por teléfono cuál era el procedimiento a seguir en nuestra consulta.  Así que nos ha parecido interesante escribir un post sobre el tema.

Para los que no tengan mucho tiempo para leer, aquí va la respuesta corta: depende del niño y de los padres.

Para los que quieran conocer una respuesta más larga, seguid leyendo.

Cada maestrillo tiene su librillo, dicen. Y el caso de una terapia con niños no iba a ser una excepción. Durante mi formación, he conocido de todo: desde profesionales que no ven a los menores y prefieren trabajar en exclusiva con los padres hasta los que hacen todo lo contario: sesiones con los niños sin los padres presentes.

Al final, nosotras hemos hecho un mix para poder adaptarnos a casi todas las circunstancias. Ahora os cuento el sistema que más nos está funcionando. Por supuesto, no os esperéis ninguna virguería novedosa, que no vamos a descubrir nada que no esté en los libros.

Por cierto, cuando nos referimos a niños en este post, hablamos de una edad máxima de 11 años. A partir de 11 años seguimos otra dinámica diferente.

Primera sesión

Siempre pedimos que a la primera sesión vengan los padres sin el niño o sin la niña (o sin los niños o las niñas, vaya). Esto lo hacemos para poder hablar con tranquilidad de lo que les preocupa a los padres.

Hay que tener en cuenta que lo habitual con niños es que los más preocupados por el problema sean los padres, no el menor. Por eso nos tiene más sentido hablar primero con los más interesados en cambiar la situación.

Al terminar esta primera sesión, hay tres escenarios posibles.

Que venga el menor a la siguiente consulta

Si tras hablar con los padres vemos que podemos trabajar con el niño para que mejore, pues pedimos que venga a la siguiente sesión.

Es cierto que solemos avisar a los padres de que la primera sesión suele ser de presentación y juego y, según cómo veamos al niño de confiado empezamos a trabajar sobre el problema o no.

En estas sesiones pueden estar presentes los padres o no, lo dejamos a decisión de cada familia. Lo habitual es que el niño prefiera entrar con los padres y nosotras nos vemos ningún inconveniente de entrada.

Que sigan acudiendo los padres

Al final ésta suele ser la opción más habitual en nuestra consulta. Esto se debe en parte al tipo de problemas con el que llegan, que suele ser de convivencia en casa.

Muchos padres no lo saben, pero la mayoría de las veces está en su mano cambiar el comportamiento de sus hijos.

Ojo, no hablo de culpas sino de ser parte de la solución. Además, no traer al niño a consulta tiene sus ventajas: nos ahorramos la parte del juego y de alguna manera ayudamos a “desetiquetar” al niño como el foco del problema.

Derivar a otros profesionales

Si vemos que el problema se escapa fuera de nuestro ámbito de actuación, y valoramos que lo que necesita esa familia es otro tipo de ayuda (psicopedagógica, de terapia ocupacional, logopedia, etc.), así se lo hacemos saber a los padres y les orientamos a que busquen otro perfil profesional.

Como ya escribimos en este post, no queremos tener a nadie si no podemos ayudarlo, así que siempre tenemos muy presente que hay que saber delegar cuando es necesario.

Esto es todo, como veis, nada excepcional ni extraordinario. Eso sí, siempre respetando al máximo los deseos y necesidades de cada familia.

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