La lección más importante de mi paso por Italia

Psicoterapia

Una de las cosas buenas que tiene el PIR es que se pueden solicitar “rotaciones externas.” Es decir, estancias en el extranjero o en otros hospitales de España con el objetivo de mejorar nuestra formación.
La tradición en mi hospital era que los residentes nos fuéramos a Granada, a una especie de retiro donde se hacían dinámicas de grupo, y a Argentina.
Yo no fui a ningún sitio de esos. A Granada porque no me interesaba mucho la formación que impartían allí y a Argentina porque la gente iba más por experiencia vital que por otra cosa.
Así que yo solicité dos destinos: Oviedo, en la Unidad de Interconsulta y Roma, en IEFCOS (Instituto Europeo di Formacione e Consulenza Sistemica).

Durante 3 meses estuve viviendo en Roma y acudiendo a las clases que daban allí. Se trataba de clases grupales en las que, gracias a un espejo unidireccional, podíamos ver a familias que acudían allí para resolver sus problemas.
Aparte de adaptar mi oído al acento romano, visitar más de 100 iglesias y probar la cerveza local, aprendí algo que me ha acompañado en cada formación que he hecho.

Ocurrió durante una clase donde, después de ver a la familia, nos disponíamos a comentar lo ocurrido. Uno por uno, los estudiantes fuimos dando datos sobre la familia, diagnósticos relacionales, de límites, etc.

Maurizio Colletti, que era el profesor, nos escuchó pacientemente hasta que terminamos y al final nos dijo: “Vale, de acuerdo, sois expertos en diagnosticar familias, pero ¿alguien sabe qué ha hecho el terapeuta en la sesión? ¿Qué técnicas ha utilizado? ¿Cuál fue su estrategia? ¿Le dio resultado?”

Nos quedamos todos callados así que continuó:
“El peligro de las formaciones es que os quedéis con la anécdota, con lo que dice el paciente o en si tiene tal o cual síntoma. Aquí no venís a ver pacientes, venís a ver a los terapeutas, tenéis que fijaros en lo que hacen ellos y no las familias.”

Creo que tiene toda la razón del mundo. A partir de ese día, comencé a fijarme en qué hacía el terapeuta, cómo hablaba, cuál era su postura corporal, etc. Empecé a entender mejor todo lo que ponía en los libros porque lo estaba viendo en directo.

También me he fijado en que es cierto lo que decía Colletti de que el peligro de las formaciones es que nos quedemos con la psicopatología o con los problemas de los pacientes. He ido a cursos en los que la gente se dedicaba a debatir sobre si el problema era que la paciente tenía un trastorno de personalidad o se trataba de una familia disfuncional. Entiendo que esto puede ser útil al principio, aprender a ver a los pacientes y a analizar su discurso, pero es casi la parta “más sencilla” de la terapia. Lo complejo es que, una vez analizada la familia ¿qué hacemos con ella? ¿Cómo la ayudamos?

Es decir, ¿qué hacen los terapeutas expertos en consulta?

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