Alba y Raúl* son madre e hijo. Viven los dos en un piso de alquiler. Alba trabaja en un supermercado y Raúl va al Instituto, está en 4º de la ESO.
Ambos acuden a consulta porque no paran de discutir por todo. Quieren que haya mejor ambiente en casa. A Raúl le gustaría que su madre no le preguntase tanto “como si fuese un interrogatorio”. Por su parte, a Alba le gustaría que Raúl le contase un poco más de su vida: “está en una edad delicada y si no me cuenta las cosas, pienso que es porque algo tiene que ocultar.”
Continuamos explorando los objetivos y unos cuantos elogios y sugerencias después, los citamos quince días más tarde.
“La cosa va un poco mejor, regular.” Han decidido hacer una tregua en su guerra particular y eso les ha aliviado a ambos. Pero las cosas no están bien, bien, del todo.
Alba nos cuenta:
“Sí, hubo menos discusiones, el otro día le pregunté que adónde iba y me dijo que al cine, pero luego a la vuelta como yo había echo verdura para cenar ya tuvimos follón, no entiende que hay que comer sano y que no puede estar todo el día a patatas fritas y filetes.”
En este momento del discurso tenemos dos opciones: seguir explorando las quejas y los problemas o centrarnos en lo que fue bien.
Según nos decantemos por un camino o por el otro, la sesión y el discurso de esta familia cambiará. Parte de nuestro trabajo como psicólogos consiste en saber hacer las preguntas adecuadas en el momento oportuno, con la intención de favorecer el cambio del paciente (cambio a mejor, claro).
Así que elegir entre explorar las quejas o centrarnos en las mejorías no es una cuestión que debamos tomar a la ligera. La sesión cambia de manera radical.
Explorar las quejas y los problemas
Si en esta segunda sesión, nos centramos en lo que sigue yendo mal, estaremos mandando dos mensajes:
- Que las mejorías que ha habido no son importantes.
- Que todavía queda un largo camino por recorrer y que será difícil y desagradable.
Por experiencia, sabemos que los pacientes son unos expertos en hablar de quejas y de problemas, eso lo saben hacer genial en sus casas. Hablar de lo que va mal, nos impide ver lo que va bien y, por lo tanto, nos impide salir de la realidad en la cual el problema no tiene solución.
La psicoterapia va de ayudarles a cambiar esa realidad y no lo podemos hacer si nos mantenemos en el mismo discurso que ellos.
Centrarnos en las mejorías
Cuando nos centramos en las mejorías, estamos enviando el mensajes contrario:
- Las mejorías son importantes y por tanto dignas de mención.
- Puede que todavía no estén bien del todo, pero el camino no tiene por qué ser desagradable.
De esta manera, tenemos que estar muy atentos a los pequeños detalles y a las excepciones.
Una manera de explorar lo que fue bien sería decir algo así como:
“Un momento, esto que dices es importante para ti y podemos volver a eso luego pero me interesa mucho lo que dijiste al principio, que tú le hiciste una pregunta y él no te contestó mal ¿fue así? ¿qué pasó? ¿preguntó tu madre de manera diferente? ¿qué hizo que le contestaras bien? ¿hubo alguna vez más en la que tú le preguntaste y él te contestase? Etc.
Con este discurso les estamos diciendo que han hecho algo bien, que esa mejoría es importante y que nos tenemos que parar en ella para poder analizarla mejor. Les estamos diciendo que son capaces de mejorar.
Ojo, no penséis que hay que “pasar de la queja” siempre. A veces es necesario detenernos en ella, cuando el paciente nos lo demanda, cuando necesitamos establecer objetivos o cuando queremos qué puede estar pasando cuando no hay mejorías.
*Esto es un caso totalmente inventado. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
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