Pues sí, es cierto, hay pacientes que no quieren mejorar. Se pueden detectar fácilmente porque provocan en los terapeutas una mezcla de miedo, frustración y hastío cada vez que acuden a consulta.
A lo largo de los años, les han nombrado de diferentes maneras: pacientes primitivos, resistentes, relacionales…denominaciones que indican que no es que la terapia (ni el terapeuta) esté equivocada, es que es el paciente el que no quiere mejorar.
La terapia es buena, pero el paciente no es adecuado. Me recuerda a aquello de “la cirugía fue un éxito pero el paciente falleció.”
Un giro copernicano, por favor
Copérnico fue un tío muy listo. Cuando todo el mundo decía que el sol giraba alrededor de la tierra, él se dio cuenta de que era al revés: el sol quieto y la tierra girando a su alrededor (en movimientos de rotación y de traslación, para ser exactos). No sabéis en la de líos que se metió por decir aquello, aunque al final el tiempo le dio la razón.
Hoy en día, utilizamos la expresión de giro copernicano cuando queremos hacer referencia a un cambio de perspectiva, como esta:
¿Y no será que el paciente sí quiere cambiar, pero es la terapia (o el terapeuta) la que se lo está impidiendo? Esto no lo he pensado yo, no es una idea nueva. De hecho, hay muchas personas mucho más brillantes, listas y trabajadoras que yo que llevan años investigando este tema dando un giro copernicano. En vez de preguntarse ¿por qué hay pacientes que no quieren cambiar? se preguntaron ¿cómo hace la terapia para impedir que el paciente mejore por sí mismo?
A veces no se trata de buscar la respuesta correcta, sino de hacer la pregunta adecuada. Una vez dado este giro de 180º comenzaron a investigar y encontraron unos resultados muy interesantes. Encontraron que hay 4 factores de la terapia (o del terapeuta) que pronostican un mal resultado terapéutico
Los 4 jinetes del fracaso terapéutico.
Expectativa de dificultad
Si uno piensa que algo va a ser difícil, acabará siéndolo. Es el fenómeno de la profecía autocumplida.
El terapeuta leal a su teoría
“La teoría no está equivocada, es que el paciente es complicado.”
Las teorías no son más que eso, teorías, mapas que describen un territorio pero no constituyen la verdad absoluta. Son útiles en la medida que pueden ayudar al cliente pero si no, no hay que tener miedo de utilizar otra distinta.
Más de lo mismo
Cada teoría tiene como un “diagnóstico estrella”, un tipo de caso que se les da bien y las otras teorías surgen por carencias de la anterior. Ya, ya, podéis tratar esto pero no esto otro, por lo tanto, mi teoría es la correcta porque trata a los dos. Y luego llega otra diciendo: Sí, pero esto otro sólo lo sé curar yo, por lo tanto, mi teoría es la correcta…y así hasta llegar a los más de 400 enfoques que hay en la actualidad.
Si lo pensáis, el desarrollar más modelos nuevos tal vez sea un más de lo mismo de la psicoterapia.
Atribuir desmotivación al paciente
Pensar que el paciente no está motivado, o que se resiste al tratamiento provoca que la relación terapéutica se convierta en una especie de lucha por ver quién tiene la razón.
Con esto terminamos con la reflexión de hoy. Así que la próxima vez que tengas a un “paciente complicado” en consulta, da un giro copernicano y pregúntate si ha aparecido alguno de estos jinetes durante la terapia. Si tu respuesta es sí, es el momento de que te plantees algún cambio en la terapia o en tu manera de relacionarte con el/la paciente para favorecer su mejoría.
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