Mi tía es una señora mayor sin pelos en la lengua, que se lee la obra completa de Winston Churchill “porque estaba por casa”, se ríe de todo y de todos (incluida ella misma) aunque también sabe consolar a una niña pequeña que está triste porque sus amigas se han enfadado con ella.
Hace unos años, un día que estaba de visita por su casa, me suelta: “Bueno, vamos a ver ¿tú trabajo en qué consiste? Es decir, tú llegas al despacho, te sientas y luego ¿qué? ¿le arreglas la vida a la gente?”
En aquel momento yo estaba apenas comenzando el PIR y la pregunta me cogió de sorpresa. Vale que no supiéramos a qué se dedica mi primo, que es físico pero ¿yo? ¿como es que no sabe lo que es un psicólogo?
Pues he de confesar que no supe responderle, lo que da que pensar.
Porque es muy fácil decir lo que NO es un psicólogo pero explicar qué es lo que hace exactamente en la consulta es mucho más complejo. Si no, haced la prueba y no vale decir: escuchamos, establecemos una hipótesis, implementamos un programa de tratamiento y valoramos resultados. Si mi tía escuchase eso diría: “vale, vale pero si yo voy a tu consulta ¿Qué vería que haces?”
Así que este post va en honor a mi tía, que no creo que lo lea a no ser que le “aparezca en casa” como Churchill.
1. La presentación
2. La conversación dirigida
La tarea del psicólogo no se limita a escuchar sin más. Escuchar lo puede hacer casi todo el mundo (ojo al casi) y no es algo que canse si la conversación es interesante.Sin embargo, los psicólogos estamos entrenados para escuchar de una determinada manera, por eso nos cansamos si vemos muchos pacientes seguidos. Parece que no, pero escuchar como lo hace un psicólogo implica un esfuerzo enorme, sobre todo si no tienes mucha práctica.
Para que os hagáis una idea, cuando empecé a atender pacientes, si atendía tres a lo largo de la mañana terminaba literalmente sin energías para todo el día. Con el paso del tiempo, pude alcanzar la cifra de nueve pacientes en el mismo período sin despeinarme. Todo es cuestión de entrenamiento.
Ahora bien ¿por qué supone tanto esfuerzo?
Pues porque una escucha dirigida implica que estamos haciendo cuatro cosas al mismo tiempo:
- Escuchar al paciente (y hacer ver que le estamos
escuchando). - Entender la queja del paciente.
- Convertir la queja del paciente en un problema
que sepamos resolver. - Conducir al paciente de tal forma que pase de
un discurso centrado en la queja a uno centrado en un problema resoluble. - Para ello, preguntamos, comentamos y analizamos todo el discurso del paciente, el verbal y el no verbal.
Ojo, todo esto a la vez, eso de separar evaluación y tratamiento está muy bien en los libros de texto pero en la práctica es mentira, al menos desde nuestro modelo. Todo es intervención, desde las marcas de contexto hasta la proposición de una tarea, todo forma parte de un mismo cuadro que tiene como fin la mejoría del paciente.
3. La tarea de fin de sesión
Cuando tenemos una idea más o menos clara de cómo podemos ayudar al paciente y hemos conseguido preparar el terreno para “la venta de la tarea”, entonces es cuando le proponemos a la persona que está en consulta que haga algo durante la semana para que su problema mejore.
Para ello además de creativos con la tarea, para adaptarla al máximo al mundo del paciente, también tenemos que ser creativos a la hora de convencerlo para que lo haga. Normalmente, si hemos trabajado bien en el punto dos, la venta viene sola.
Evidentemente, estos tres puntos no indican una sola sesión. A veces necesitamos dos o tres para que el punto dos quede consolidado, o hay retrocesos en las mejorías y es necesario replantearse todo de nuevo.
Releyendo esto, creo que mi tía se hubiera quedado con más preguntas que respuestas y al final le habría tenido que contestar lo que le dije entonces: llego, me siento y charlo con el que tengo delante. Así de sencillo, ¿verdad?
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