Pacientes que no hacen caso

Psicoterapia

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“Siempre tiene un pero a cualquier cosa que le digo.”

 “Yo creo que en realidad no quiere cambiar, no sé por qué me molesto.”

“Le propongo tareas y no las hace.”

“Es frustrante, si me hiciese caso, ya hace tiempo que estaría mucho mejor.”

“Yo sé qué es lo que tendría que hacer pero no consigo que lo entienda.”

¿Te suenan algunas de estas frases? Bien podrían ser frases de manual de padres en apuros pero no, se trata de frases literales que yo he escuchado de boca de varios psicólogos/as respecto a algunos de sus pacientes (a veces hasta las he oído de mi propia boca).

Porque sí, es frustrante cuando un paciente no mejora pero lo es más aún cuando no mejora porque no te hace caso ¿verdad? Y ya no digo cuando mejora a pesar de que no te hace ni caso, que eso también pasa y con más frecuencia de lo que la gente se piensa.

Sin embargo, a pesar de que puede frustrarnos en algún momento dado (las emociones del terapeuta ya sabemos cómo son) no deberíamos actuar desde la frustración porque no es útil y no conduce a nada bueno.

Por fortuna, desde nuestro modelo de terapia breve, tenemos una máxima que nos ayuda a manejar la frustración: El paciente SIEMPRE colabora.

Corolario: Hay varias formas de colaboración, entre las que se incluye la colaboración nula. (Explicar todos los tipos de colaboración sería extenderme demasiado y no es el propósito de este post así que no añado más corolarios).

Esto que parece un poco loco y radical es tremendamente útil porque nos permite mantener un margen de maniobra ante cualquier situación: si el paciente nos hace caso seguimos un camino y si no nos lo hace, seguimos otro.

Por supuesto, hay soluciones a los caminos intermedios: si nos hacen caso a medias, si no estamos muy seguros de que nos han hecho caso o no o si han hecho justo lo contrario de lo propuesto.

Ojo, con hacer caso no me refiero sólo a las tareas que proponemos si no también a lo que ocurre en la consulta: si no se muestran de acuerdo con nuestras hipótesis, si a todo lo que decimos hay un “sí, pero…”

Lo bueno de la terapia breve es que se adapta a cualquier situación ya que, como parte de la base de que el paciente siempre colabora, puede seguir pensando en soluciones ante cualquier escenario.

De esta forma, ponemos el foco en nosotros como terapeutas y no en los pacientes. Nos decimos cosas como: “tenemos que cambiar de estrategia,”  “vamos a probar con otra hipótesis porque la que tenemos no es útil para el paciente,” “creo que esto no está funcionando así que habrá que probar algo diferente”, etc.

Pensar de esta manera y no con las frases del principio del post nos ayuda a mantener una actitud activa ante la terapia. No es lo mismo pensar que la culpa es del paciente que no quiere cambiar que tenemos que pensar en una solución diferente.

El primer pensamiento sólo te lleva a la frustración y a resignarte mientras que el segundo te fuerza a ser creativo y a pensar en alternativas.

Así que a partir de ahora, si te vuelve a aparecer un paciente con el que te encuentras con esta dificultad, antes de sentenciarlo al rincón de los “imposibles” piensa en si podrías darle un enfoque diferente a su terapia. Si la respuesta sigue siendo no, siempre puedes preguntarle a un colega o integrarte en un grupo de supervisión para que te puedan aportar nuevos enfoques de tratamiento.

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