¿Os ha pasado alguna vez que lleváis 5 o 6 sesiones con un paciente y tenéis la sensación de que siempre os cuenta lo mismo? Es como estar en la película de “Atrapado en el tiempo” (la película del día de la marmota”).
A mí es algo que no me gusta nada porque creo que, si se repite, es que no le estamos ayudando lo suficiente y que le estamos haciendo perder el tiempo.
He clasificado este post dentro de la categoría “Pacientes que…” pero en realidad debería titularse “sesiones que se repiten”. Los pacientes no se repiten porque quieren sino porque nosotros tampoco hacemos nada diferente para que nos cuenten algo distinto.
Lo cual es bueno porque podemos hacer algo para cambiar esta situación. Así que nada de quedarse en la queja de “ya me toca otra vez Fulanito, seguro que vuelve con la misma historia de siempre”. Ahora que sabes que el terapeuta tiene cierto margen de maniobra, ya no vale esta excusa.
Por lo tanto, si notas que estás en una situación parecida con alguno de tus pacientes, tienes varias opciones.
Preguntar algo distinto
Parece la solución más obvia ¿verdad? Sin emabrgo en la práctica no es tan fácil. Si la persona que acude a consulta te repite una y otra vez lo mal que está en el trabajo ¿le vas a preguntar por su pareja así sin más? ¿no quedará raro?
Bueno, pues aquí depende de cómo lo plantees pero muchas veces cambiar de tema puede dar lugar a que la sesión se desatasque.
Por ejemplo, si en el trabajo le va mal pero en su vida personal bien, puedes preguntarle qué hace en su vida personal para que le vaya bien, y así comienzas a explorar excepciones y fortalezas del paciente.
¿Cómo haces para tener paciencia con los niños? ¿podrías hacer lo mismo con tu compañero de trabajo?
Hablar claro
Hay una corriente psicológica que dice que no debemos revelar lo que pensamos a los pacientes pero a mí me parece algo absurdo. Si estás detectando un problema en la sesión es bueno exponerlo para ver si el paciente nota lo mismo y si podéis encontrar una solución entre los dos.
Lo primero de todo hay que ser honestos, y si estamos sintiendo que no lo estamos ayudando, lo lógico es que lo digamos. Una vez dicho, pueden pasar dos cosas.
La primera es que nos diga que tenemos razón y que él está sintiendo lo mismo, con lo cual no tiene sentido continuar con la terapia tal y como está planteada hasta el momento. Así que o bien le derivamos a otro profesional o replanteamos todo el tratamiento.
La segunda opción es que nos diga que no, que a él si le ayuda esta forma de trabajar. En ese caso pasaríamos a la opción 3.
Escuchar
A veces las personas necesitamos simplemente hablar y que nos escuchen. Los psicólogos podemos hacer esa función de “escuchadores”, para que los pacientes puedan vaciar la jarra con nosotros y así poder seguir con su vida sin desbordarse.
Eso sí, hay que escuchar de verdad, nada de recostarse en la silla y dejar hablar al otro mientras pensamos en la lista de la compra. Es necesario hacer preguntas encaminadas a entender lo mejor posible su situación y resúmenes del discurso para asegurarnos de que lo jemos entendido todo correctamente.
Sentirse escuchado puede llegar a ser muy terapéutico. Esto puede costar a algunos psicólogos muy acostumbrados a dar soluciones o a ser más directivos. Puede parecerles frustrante, pero eso es un problema del terapeuta, no del paciente.
En resumen, cuando notamos que la sesiones se repiten, se nos enciende una lucecita que nos indica que debemos actuar en una u otra dirección para reconducir la terapia.
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